Lola Jiménez, directora de la Comunidad Terapéutica ‘La Muela’ perteneciente a la Fundación EMET ARCOIRIS

“Las personas que tratamos están en una vulnerabilidad máxima”

En una crisis como la actual, resulta imprescindible reflexionar sobre la vulnerabilidad que están sufriendo ciertos sectores de la población. Una pandemia mundial que, más allá del ámbito hospitalario, ha trasladado a un segundo plano las necesidades terapéuticas de cientos de personas en nuestro país.

A diferencia de muchos centros enfocados al tratamiento de adicciones, la Fundación EMET Arcoíris decidió enfrentar la situación y no sucumbió al cierre de sus instalaciones.

 En Entrevistas, PVE
Lola Jiménez junto al ‘Kilómetro 0’, uno de los emblemas principales de la Fundación
POR TATIANA OJEDA BERMÚDEZ

“Trabajar en una Comunidad Terapéutica es algo que reestructura tu escala de valores y que te cambia la vida.” Así lo cuenta Lola, psicóloga de profesión y altruista por vocación. Su foco de trabajo está en Montilla (Córdoba). Allí se encarga de la dirección de ‘La Muela’, un lugar de acogida y terapia dedicado a la atención de mujeres con problemas de adicción. Algunas, también son víctimas de violencia de género.

Lola consigue transmitir perfectamente los valores de la Fundación. Incluso se emociona cuando habla del orgullo que siente hacia la evolución diaria de las mujeres que residen en la Comunidad. Según la directora, la labor que está desempeñando su equipo durante la crisis del coronavirus es digna de admirar.

 ¿Cuáles son los ámbitos principales de trabajo en la Fundación EMET Arcoíris?

En la Fundación disponemos de dos centros para menores con problemas de conducta, una vivienda de apoyo a la reinserción y tres comunidades terapéuticas; una mixta enfocada a menores y dos para adultos diferenciadas en pacientes hombres y mujeres.

Esta diferenciación se debe, entre otros factores, a la tipología y naturaleza de la adicción del paciente. A diferencia de los hombres, en las mujeres se presenta un 80% de casos de violencia de género u otro tipo de abusos, y un 40% de patologías duales como son trastornos de alimentación, del ánimo y de personalidad.

En particular, en la Comunidad Terapéutica ‘La Muela’ atendemos a mujeres con problemas de adicción y utilizamos técnicas de intervención biopsicosocial y familiar. Nuestra misión principal es impulsar el crecimiento pleno de la mujer, empoderándola como ciudadana con derechos y obligaciones y fomentando su autonomía gradual. Como mejor forma de integrarse en la sociedad.

De todos los proyectos que desarrolláis dentro de la Fundación, ¿Destacarías alguno?

Si, destacaría el programa ‘Nara’ y el proyecto ‘Odos’.

El nombre Nara significa mujer feliz, vivaz y con mucha energía. Es un programa pionero en Andalucía que llevamos a cabo en colaboración con el Instituto Andaluz de la Mujer. ‘Nara’ nace de la necesidad de atender a mujeres con medidas de protección derivadas del sufrimiento por violencia de género y que, además de tener hijos, presentan un problema adicción.

Este proyecto les brinda la posibilidad de integrarse en nuestra Comunidad, un recurso al que no pueden optar en otros centros de acogida a consecuencia de esa adicción. Concretamente atendemos a mujeres de más de 18 años con o sin hijos. Aunque para vivir en nuestras instalaciones, éstos deben tener menos de 10 años. El objetivo de ‘Nara’ es conseguir obtener una estabilidad emocional que permita a la paciente sentirse preparada para afrontar su realidad.

Por su parte, el proyecto ‘Odos’ trabaja en la acogida y acompañamiento de mujeres africanas con hijos o embarazadas que han llegado a España en patera y en situaciones de vulnerabilidad.

Con respecto a la crisis actual, ¿Cómo está afectando a la Comunidad? ¿Se contempló su cierre?

Nosotros no contemplamos en ningún momento el cierre de la Comunidad durante el confinamiento, porque las personas que tratamos están en una vulnerabilidad máxima. No tienen habilidades y capacidad para llevar un confinamiento de este tipo.

Lo primero que hicimos fue elaborar un plan de actuación e intervención, con todas las medidas que podíamos aportar tanto médicas como de equipo contra el virus. En este plan se mencionan igualmente los hábitos diarios que nosotros debemos seguir como profesionales. Usamos a diario guantes, mascarillas, batas protectoras, y desinfectantes. También incluimos los nuevos hábitos que deben tener las pacientes, como lavarse las manos a diario, y el uso de mascarillas. Es una idea más enfocada a la prevención, pero también nos anticipamos a que se produjera algún caso de positivo en el centro.

¿Cómo han reaccionado las mujeres ante estas medidas de actuación?

Es admirable cómo lo están llevando. Desde el equipo intentamos entenderlas, mostrarles empatía y sobre todo transmitirles nuestro orgullo. Ahora tienen que trabajar más que nunca en su cambio y deben entender que esta situación es un reto para ellas. Un desafío que les hará salir mucho más reforzadas.

Intentamos adaptarnos al máximo. Por ejemplo, una de las medidas es ofrecerles llamadas extraordinarias. Antes del confinamiento disponían de una llamada semanal y ahora pueden realizar dos o tres. Esto les transmite mucha fortaleza y tranquilidad, ya que el contacto con los familiares es algo fundamental para el tratamiento.

Otro aspecto a destacar es que por ahora no hemos tenido altas voluntarias. Este es su sitio para mantener el confinamiento, pero en el momento en el que quieran irse no podemos retener a una persona adulta y, hasta ahora, como he comentado anteriormente, no hemos tenido ningún abandono voluntario. Eso también nos dice mucho sobre su concienciación ante el problema, la aceptación de sus limitaciones y su adherencia al tratamiento. Son guerreras.

¿Tenéis pacientes externas? De ser así, ¿Qué tipo de atención reciben?

Sí. El confinamiento cogió de sorpresa a varias pacientes durante su salida programada. Algunas de ellas estaban en su primera salida, otras en la segunda o incluso en la tercera. Esas mujeres no han podido regresar debido a las directrices que marcaban los Decretos Oficiales, estableciendo que las personas que estuviesen fuera de la Comunidad Terapéutica no podían regresar por seguridad y por protección.

Por lo tanto, el trabajo que estamos haciendo con esas mujeres es continuar con el seguimiento educativo y terapias individuales por vía telefónica. Semanalmente, tanto sus tutoras como sus psicólogas están interviniendo y prestando la ayuda que necesiten en este momento de confinamiento tan complicado. Es fundamental que sigan sintiendo nuestra presencia, compañía, acompañamiento, comprensión y apoyo. Es importante que tengan la conciencia de que su tratamiento psicoterapéutico sigue adelante y que no sientan un abandono.

En cuanto a sensibilización, ¿Qué medidas tomáis desde EMET Arcoíris para concienciar a posibles pacientes?

La concienciación por parte de organismos como el nuestro es fundamental, también la publicación de información en páginas webs o Redes Sociales y su posterior difusión. De este modo los usuarios pueden recurrir a ello como una herramienta.

Nosotros siempre incidimos en que ante la duda, la búsqueda de apoyo es fundamental. Desde Arcoíris colaboramos con el Ayuntamiento de Córdoba y la Casa de la Juventud elaborando vídeos en torno a relaciones de pareja, mito del amor romántico, técnicas de estudio, problemas de adicciones, perspectiva de género y las habilidades sociales, entre otros.

Recientemente publicasteis en Facebook la recepción de donaciones de equipos de protección. ¿Habéis recibido alguna más? ¿Tenéis alguna carencia?

Hemos recibido donaciones por parte de varias entidades y de pueblos de alrededor. Incluso nos han enviado mascarillas que han hecho costureras del entorno. El Gobierno nos ha enviado mascarillas quirúrgicas y guantes y, hace poco, estuvo aquí la Unidad Militar de Emergencias, que desinfectó las zonas comunes. La Guardia Civil de Montilla también nos ayuda siempre que puede.

Además, nuestro monitor desinfecta a diario con su mochila y su solución de lejía y agua. Asimismo disponemos de varias EPIs, que ha conseguido la directiva de la Fundación por si se produce algún positivo en nuestros pacientes.

De momento tenemos material, pero está siendo complicado encontrar guantes y termómetros por infrarrojos.

Respecto a voluntariado, ¿Recibís ayuda en la Fundación? 

 El voluntariado entorno a la Fundación Arcoíris es de valorar al máximo. Tenemos personal en cada uno de nuestros recursos. Por ejemplo a ‘La Muela’ vienen semanalmente voluntarios de Montalbán, un pueblo cercano, a impartir talleres de costura, baile, informática y canto, entre otros. Es una función súper positiva para gestionar el tiempo libre de las pacientes, de este modo descubren lo que les puede aportar este tipo de actividades y se relacionan con personas externas a la Comunidad.

¿Continúan trabajando con vosotros durante la crisis?

A consecuencia de la crisis actual hemos tenido que paralizar estas actividades con el fin de evitar un mayor tráfico de personas del exterior e incrementar la protección de nuestras mujeres.

Y a nivel personal, ¿Qué significa para ti el trabajo que hacéis dentro de la fundación?

Me siento afortunada por poder dedicarme a ayudar a quienes lo necesitan, al igual que todo mi equipo. A lo largo de mi trayectoria profesional he trabajado en distintos recursos, pero para mí, Arcoíris en general te cambia la vida; cambia tu perspectiva, te educa, reestructura tu escala de valores y, sobre todo, estructura tus prioridades.

Empiezas a dar valor a los pequeños detalles y, gracias a la experiencia que te transmiten estas personas con verdaderos dramas de vida, aprendes a apreciar lo que para ti antes eran cosas normales; tener una casa o una familia con la que poder establecer un vínculo seguro de confianza o poder tener una gestión saludable de tu tiempo.

Es un aprendizaje que integras en tu manera de ser, en tu personalidad y que transmites a las personas de tu entorno más cercano. Nosotros educamos a las pacientes pero ellas también nos aportan muchísimo y nos hacen mejorar como personas.

 

 

 

 

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