Por Nieves Sanjuan
Con la llegada del teléfono a la vida diaria se establece una nueva forma de relación entre las personas. Rápida, directa y sin complicaciones. Aquel adelanto tecnológico unía a la gente a través de la voz para dar buenas noticias, malas o un simple “qué tal” ; también un grito de socorro. Precisamente, para atender llamadas de socorro nace en 1971 el Teléfono de la Esperanza.
Isabel González García (Albacete, 1956) lleva 22 años al otro lado, acogiendo a las personas que llaman en busca de ayuda o alivio cuando pasan por situaciones especialmente difíciles. Además es orientadora y responsable de cursos y talleres desde la sede de la entidad en Valencia. Isabel lleva entrenándose desde entonces para descolgar cada mañana el aparato.
¿Qué le llevo a formar parte del Teléfono de la Esperanza?
Empecé en el año 2000 de casualidad. Estaba trabajando en unos grandes almacenes, pero tuve un problema de salud y tuve varias intervenciones. Se me truncaron mis expectativas laborales y fue doloroso tener que dejar mi empleo. En ese momento podía haberme quedado parada lamiéndome las heridas o tirar para adelante. Soy una mujer muy apasionada y Sabía que podía hacer algo más. Había recibido mucho bien y también era capaz de darlo, era el momento. Mi hermana me dijo… y ¿por qué no en el teléfono de la esperanza? Y así fue.
¿Cómo empezó su experiencia como voluntaria?
Me dieron la invalidez absoluta en mayo del 2000 y en septiembre de ese mismo año me entrevisté con Ángel, el responsable de mi territorio. Ya en la entrevista me gustó mucho todo y entonces me dijo Ángel: “Empezamos la formación de las nuevas personas voluntarias y queremos contar contigo”. Me incorporé y nunca más me he ido. El espíritu del teléfono me empezó a entrar. Ahora soy yo la que forma a las nuevas personas que llegan como voluntarias y se lo digo, ¡que esto entra en vena! Y ahora, además, voy a formar parte de la Junta Directiva Nacional. No paro de recordarme a mí misma lo afortunada que soy y lo feliz que me ha hecho esta entidad.
¿Cómo afronta este nuevo cargo?
Con la misma ilusión con la que empecé mi primer día en la organización, con mucha ilusión, mucho compromiso y responsabilidad, sobre todo responsabilidad. La verdad es que aún no me lo creo. Tuvimos una asamblea, presenté mi candidatura y… Aquí estoy, dando mis primeros pasos.
¿Qué es lo más difícil de su labor?
Ten en cuenta que trabajamos con personas en situación de crisis, es algo muy importante. Tienes que estar siempre preparándote a nivel formativo para ayudar a otro sin dejar de trabajarte a ti misma y esto es continuo. Algunas llamadas son difíciles, muy difíciles, son llamadas de mucha responsabilidad.
¿Qué perfil de personas son las que suelen llamar al teléfono de la esperanza?
Llaman personas con problemas psicológicos de todo tipo, relacionales o jurídicos, por ejemplo. Ahora estamos teniendo muchísimas llamadas de personas solas. Luego están las llamadas más complejas de personas que ya han perdido el sentido de su vida y tienen crisis o ideación de suicidio. Son llamadas muy complicadas e importantes.
¿Cómo ha intercedido la pandemia en la salud mental de las personas a las que atienden?
De una forma tremenda. Son varias crisis: la crisis social, sanitaria y económica. Son tres crisis muy fuertes que en la pandemia han dado de lleno. Han tocado muy fuerte. La soledad y el miedo que ha habido a juntarnos en las casas ha estado presente y la gente se está acostumbrando. No se puede normalizar la soledad y el miedo, tenemos que relacionarnos con las demás personas. Esto es un toque de atención de la vida. Vamos a salir de ésto habiendo aprendido mucho.
¿Qué sería necesario para que cada vez menos gente necesitara la ayuda del teléfono de la esperanza?
Que haya más apoyo por parte de la administración. Que las personas tengan más tranquilidad, si va todo mejor la sociedad está mejor. Que la sanidad funcione bien y se tenga menos miedo a enfermar y a no ser atendido. Que las familias vuelvan a darse apoyo como antes ya que, cuando una persona se siente que importa, no enferma tanto.
¿Qué acciones ha llevado a cabo el teléfono de la esperanza con el aumento de suicidios en nuestro país?
Nosotros hemos reordenado todas nuestras actuaciones en materia de prevención e intervención en la conducta suicida bajo un programa transversal que hemos llamado TESUIC. Incluye formación a nuestro voluntariado, formaciones a otros colectivos claves, campañas de sensibilización, asesoramiento a medios de comunicación, colaboración con instituciones públicas y privadas, etc. Una acción en la que estamos poniendo mucho esfuerzo es en promover que el Gobierno elabore un Plan NAcional de Prevención de suicidio, para lo que hemos lanzado la campaña #HagamosUnPlan en la que nos estamos uniendo todas las asociaciones y entidades que trabajamos en la prevención del suicidio.
¿En qué forma a las personas voluntarias la entidad?
Ayudamos a las personas que han perdido el sentido de su vida y para eso tienes que hacer una escucha muy activa y transmitirle que en ese momento lo más importante para ti es él o ella. Que solamente estás tu y la persona. La formación dura un año y después hay más cursos y talleres. La formación básica consta de dos cursos de desarrollo personal donde la persona trabaja su propio crecimiento. Se hacen en régimen interno un fin de semana con charlas, ejercicios prácticos y trabajo en grupo. Además de ocho sesiones a razón de 2 horas, un día a la semana. También se hace un curso de orientación en situación de crisis que son 15 sesiones.
Cuando tienes estos tres cursos asistes a las prácticas con veteranos haciendo la escucha. Tras superar ese tramo, normalmente tras 2-3 semanas, se pasa a ser orientador por teléfono.
¿Qué cree que tenemos pendiente como sociedad?
Como sociedad tendríamos que dar mucha importancia a las personas como personas. Y a partir de ahí se podrían hacer muchas cosas. Dejar de ser votantes para las los partidos políticos, para la sanidad dejar de ser un numero… yo creo que una sociedad basada en el respeto, la empatía y la solidaridad mejoraría mucho. Empezando por lo que podamos hacer cada uno de nosotros en nuestro entorno.