«El voluntariado medioambiental te vincula a otros de corte más social»
Sara Ortuño es voluntaria de Greenpeace en Almería, donde participa en una campaña de presión para acabar con los problemas derivados del tráfico en un barrio con diez centros educativos. Aterrizar en lo local los grandes problemas medioambientales es la principal labor de este voluntariado, afirma.
Por J. V. Martín
Hace 12 años, Sara Ortuño se acercó por casualidad a Greenpeace, la ONG ambientalista de gran reconocimiento internacional. Lo hizo casi como una broma entre amigos del instituto, aunque siempre había tenido interés en la conservación del medioambiente. Entonces la crisis climática era solo una amenaza todavía lejana, o eso pensaba la mayoría de la gente. Pero los efectos del calentamiento global ya hace tiempo que empezaron a ser evidentes y el cambio de rumbo todavía se muestra tímido y, sobre todo, lento.
Ortuño ahora es profesora de primaria en Almería y, como sus alumnos, cada día da clase entre los ruidos y gases contaminantes que emite el tráfico incesante del barrio. Por eso trabaja para concienciar y exigir al Ayuntamiento cambios que fomenta el transporte sostenible. El del tráfico es un problema global que se sufre en cada ciudad, y eso es lo que trata de hacer ver su grupo de trabajo, bajar del plano internacional a la escala del día a día los grandes desafíos a los que nos enfrentamos todos. En eso, dice, consiste el voluntariado medioambiental.
¿Por qué decidiste hacerte voluntaria en Greenpeace?
Empecé un poco de forma inconsciente, cuando estaba en el instituto, pero ya llevo 12 años. Siempre tuve preocupaciones e inquietudes relacionadas con el medio ambiente, pero no sabía muy bien dónde entraba. El voluntariado aquí me fue descubriendo muchos temas, me dio nueva información y al final ha sido un espacio en el que he aprendido mucho, no solo sobre mi entorno sino también sobre mí misma. Ha sido sobre todo un gran espacio de aprendizaje.
A Greenpeace y a otras organizaciones por el clima se las suele conocer por acciones llamativas de concienciación, pero ¿qué hay más allá de esto a nivel de voluntariado?
Sobre todo es un voluntariado muy transversal porque al final toca muchos asuntos del día a día. El medioambiente y sus problemas están en prácticamente todas las cosas que hacemos y por eso se relaciona con muchos otros tipos de voluntariado. Si hablas de energía, por ejemplo, están hablando también de pobreza energética. Si hablamos del cambio climático y de los desafíos que van a venir, también estás hablando de migraciones que están ligadas al clima. El voluntariado medioambiental te permite vincularte a otros voluntariados, si se quiere, de tipo más social, porque está todo muy interrelacionado.
En organizaciones tan grandes, con trabajadores especializados y con grandes campañas internacionales, ¿cuál es la labor de los voluntarios?
Resumiendo un poco, el trabajo de los voluntarios de Greenpeace es trasladar a nivel local esas grandes campañas internacionales, bajarlas al día a día de la gente para que conozcan las problemáticas que hay. Son problemas que se dan en todos los países pero que nosotros señalamos en un ámbito más cercano. Por ejemplo, si hablamos de contaminación atmosférica, que es un problema a nivel mundial, pues en cada ciudad intentamos dar a conocer sus peculiaridades, sus problemas de movilidad, el estado del transporte público, etc.
¿Se pone el foco siempre en las grandes cumbres internacionales por el clima, pero quizás no tanto en las iniciativas más cercanas?
Evidentemente es muy importante que haya acuerdos por el clima a nivel mundial, pero en el plano local hay mucha capacidad de acción para conseguir cambios y tratar de incidir. Y el voluntario tiene más incidencia en este plano que en el ámbito internacional.
Un buen ejemplo es la iniciativa “Nueva Andalucía barrio amable”, en la que participas en Almería. ¿En qué consiste?
Es un proyecto que nació hace tres años, que baja a nivel de barrio y es muy concreto. El barrio Nueva Andalucía de Almería tiene la peculiaridad de que cuenta con diez centros educativos, muy cerca unos de otros. Y tiene muchísimos problemas derivados del tráfico, como ruido constante, contaminación, problemas de movilidad y de seguridad, porque eso hace que muchos alumnos no puedan ir solos a clase por la peligrosidad del tráfico, por aceras con una anchura mínima y un carril bici deficiente.
El objetivo es concienciar a la ciudadanía y presionar al Ayuntamiento para que haya cambios en las infraestructuras del barrio. Lo hacemos a través de la coordinación con las AMPAS, asociaciones de Almería y Greenpeace. Según un estudio, el principal motivo por el que la gente opta solo por el coche para ir a esta zona está en un transporte público deficiente y tramos de carril bici de alta peligrosidad. Así no se fomenta la movilidad sostenible y es importante que el Ayuntamiento facilite otro tipo de desplazamientos y cambie el entorno.
¿Se han conseguido avances?
Lo que más está costando es implicar al Ayuntamiento. Ha habido compromisos en varias ocasiones, pero luego no llega ningún cambio. Sin embargo, a nivel social estamos muy contentos, el nivel de concienciación entre la gente está siendo magnífico. Un domingo al mes hacemos actividades en una de las calles y la respuesta de las familias es increíble. Son actividades lúdicas con los alumnos, relacionadas con la movilidad sostenible y con el cuidado del medio ambiente. Ha habido jornadas en las que han participado entre 1.000 y 2.000 personas. Eso es algo grande para ser algo impulsado por voluntarios y que tiene bastantes trabas por parte del Ayuntamiento. Seguiremos presionando.
¿En qué otras iniciativas has participado en todo este tiempo como voluntaria?
De todo. Muchas mesas informativas sobre diferentes temas o campañas de recogida de firmas. La última fue la campaña para la protección de los océanos, pero también sobre el calentamiento del Ártico y la necesidad de su protección. Participé en la campaña contra la compañía juguetera Lego, que tenía vinculación con la petrolera Shell, con proyectos de perforación en el Ártico. He participado en pegadas de carteles y pegatinas para llamar la atención sobre diversos temas, damos charlas en institutos y en la universidad y trabajamos mucho con asociaciones locales que generan actividades muy diversas.
La importancia de la crisis climática es ya incuestionable y está muy presente en los medios. ¿Se está traduciendo en más interés por este tipo de voluntariado?
Es difícil de decir porque el voluntariado varía mucho por varias circunstancias y los grupos crecen o se reducen simplemente porque hay gente que se cambia de ciudad. Lo que es evidente es que cada vez hay más concienciación y más proactividad por asuntos medioambientales, pero no estoy segura de que eso se traduzca en más participación en este tipo de organizaciones. Cada vez estamos experimentando más los efectos del cambio climático y todas sus implicaciones. Espero que eso conlleve, si no más participación, al menos más interés por querer que el sistema cambie.