Moisés Benítez, director del Voluntariado de Cruz Roja

«La coordinación es fundamental para afrontar las crisis»

Moisés Benítez es director de Voluntariado de Cruz Roja Española. A lo largo de todo este año, con el inicio del conflicto en Ucrania y el desplazamiento de personas refugiadas por todas partes de Europa, se ha mostrado al frente de la coordinación y gestión del voluntariado

 En Entrevistas, Nuestras Entidades

Por Irene Ortiz

Desde su posición, la participación ciudadana ha supuesto un papel fundamental e imprescindible para la gestión de las tareas y la ayuda a personas refugiadas. La solidaridad y el compromiso con los demás siempre han estado en la cúspide de esta acción voluntaria. En estos doce meses, desde Cruz Roja Española se han atendido a 125.023 personas refugiadas y han intervenido 9.426 personas voluntarias.

El 24 de febrero se cumple un año del conflicto armado en Ucrania. Remontándonos a ese día, ¿desde Cruz Roja eráis conscientes de lo que se avecinaba?

Tenemos un sistema de trabajo en el que la anticipación es fundamental. Nos preparamos sobre todo desde los equipos especialistas en Protección Internacional porque, como auxiliares de los poderes públicos, teníamos que estar en estrecha coordinación con el sistema de acogida del Ministerio. Desde ahí establecimos fórmulas para anticiparnos a lo que venía, pero no porque pensáramos que teníamos que estar de una manera especial en esta, sino porque cuando estos contextos se dan de forma general, la Cruz Roja se prepara. Siempre que hay el más mínimo atisbo empezamos a prepararnos.

¿Y en qué consistía esa preparación?

Depende del contexto. La preparación fundamentalmente consiste en refrescar la formación y la activación del voluntariado. Es decir, nuestros voluntarios están en tres estados fundamentales: el primero es estar correctamente identificado en la base de datos. Aquí hay tanto personas inactivas, es decir, que no están disponibles para ayudar en ese momento, como personas activas. En segundo lugar, el hecho de que estén activas no quiere decir que vayan a intervenir. En tercera posición, están las personas ya movilizadas, es decir, aquellas que ya están interviniendo.

Lo que hacemos en la fase de preparación es la activación del voluntariado: a todas las personas que cumplen con el perfil o que están en un lugar de especial relevancia, o que por sus circunstancias pueden ser útiles se las convoca para saber si pueden ser activadas. Una vez seleccionadas las personas activas, se empieza a formarlas o a reciclar su formación en aquellas cuestiones que fuesen imperativas.

¿Qué cursos se han facilitado al voluntariado para completar su formación?

Hemos diseñado un paquete de contenidos para todas aquellas personas que quisieran trabajar como voluntarias con personas ucranianas. No todas las personas voluntarias han hecho ni han recibido toda esta formación, porque muchas de ellas ya estaban formadas previamente. Dentro de este paquete se incluían cursos básicos como orientación a la vulnerabilidad, habilidades de comunicación, los Principios Fundamentales del Movimiento de Cruz Roja y cómo gestionar la protección internacional y programas de asilo y refugio. Luego hay otros que enseñan a dar respuesta específica a la crisis de personas refugiadas provenientes de ucrania y la entrega de bienes de primera necesidad en contextos de emergencia.

También se incluye el Código de conducta porque, en este caso, la situación era de tal conflictividad desde el punto de vista del Derecho Internacional Humanitario y desde el punto de vista de la Neutralidad, que teníamos que llevar a rajatabla cómo intervenir en el contexto de un conflicto armado.

Imagino que exponerse a una situación de emergencia es duro para el voluntariado. ¿Cuál ha sido la respuesta por parte de la comunidad ante esta crisis humanitaria?

Bueno, no es un contexto extremadamente duro dentro de la dureza de la situación. Las personas llegaban en una situación sanitaria buena, aunque en un estado psicológico muy difícil. Dentro de lo que cabe, la situación a la que nos enfrentamos no es especialmente dura en cuanto al perfil de las personas o en relación con su estado. Quienes vienen en pateras, vienen con heridas químicas de la mezcla del agua salina con la gasolina de las embarcaciones, de haber pasado 30-40 horas en el mar apiñados en una barca… O sea, son situaciones muy muy difíciles. Estas personas venían en un tren de forma ordenada, entonces nuestro voluntariado estaba preparado para afrontar eso. Lo más difícil ha sido hacer frente al volumen. La primera semana trabajamos en turnos de 24 horas, porque constantemente venía gente en los trenes.

¿Consideras que la participación voluntaria que ha sido alta? Sin el factor humano, llevar esta crisis a cabo habría sido prácticamente imposible.

Sin lugar a duda. No habría sido posible sin el capital humano y sin una adecuada organización. Miles y miles de personas llegaban a la Estación de Sants (en Barcelona) y después de eso, teníamos que coordinar las llegadas con las salidas a otras asambleas locales de Cruz Roja, para terminar de proporcionarles descanso, alojamiento y una correcta manutención. Y lo más importante: un grupo de personas dispuestas a recibirlas en la que iba a ser su destino final y lugar de acogida.

Aunque han existido puntos de mayor actividad como Barcelona, Madrid, Alicante o Málaga, toda la red territorial de Cruz Roja y todo el voluntariado que estaba en capacidad de intervenir (más de 12.000), se mostró disponible para ser activado para la atención de familias ucranianas. Más de 9.000 personas, de la totalidad de provincias españolas, finalmente realizaron actividad en el marco de la operación. No solamente es importante el factor humano, sino que la coordinación es un elementos fundamental para afrontar las crisis.

¿Cuáles han sido las necesidades que mayormente ha cubierto el voluntariado?

El Sistema de Acogida de Protección Internacional del Ministerio garantiza la cobertura de las necesidades básicas. Pero el hecho de proveer de una red social de apoyo ha sido fundamental. En muchos casos, las personas venían a España porque tenían familiares viviendo aquí. Pero llegaba un momento en que esa red ya existente se saturaba. Entonces las propias personas voluntarias se encargaban de ayudarles en sus necesidades más básicas para la gestión de la vida diaria, como la búsqueda de un alquiler, un colegio… Es decir: ser su red de apoyo.

¿En todo este tiempo habéis tenido que hacerle frente a algún problema o dificultad imprevista?

Pues hubo un problema que no toca directamente a la acción voluntaria pero sí a la gestión de la misma. Hubo un exceso de ayuda desorganizada. Había gente que se iba en su coche hasta las fronteras de Ucrania con Rumanía y Polonia. Todo el mundo que quería ayudar intentaba llegar a ese sitio y lo colapsaba. A consecuencia de la experiencia en la Covid-19, habíamos desarrollado un sistema para poder absorber a personas que quieren colaborar, que se ofrecen justo en el momento de surgir la emergencia, pero que no son previamente voluntarias de Cruz Roja. Este sistema incluye un software específico para la gestión de este tipo de voluntariado, que denominamos “convergente”. El sistema también incluye técnicas de perfilado, filiación y formación rápida, para que puedan actuar inmediatamente, pero con calidad y seguridad. Todos estos mecanismos y sistemas informáticos se los transferimos a la Cruz Roja Polaca, a la Rumana y a la Ucraniana desde el primer momento, ya que también tenían el mismo reto de incorporar a mucha gente de forma ágil y efectiva. De esta manera pudimos canalizar toda esa ayuda desorganizada.

¿Qué balance puedes hacernos de la solidaridad desde el inicio del conflicto hasta el día de hoy?

Una de las grandes conclusiones es que se repite o se reafirma una circunstancia a la que estamos acostumbrados: en las emergencias hay un alto número de personas que se ofrece para ayudar. Pero ese alto número de personas que se ofrece para ayudar depende de dos factores fundamentalmente: uno es de la cercanía (en distancia, en kilómetros) y otro la dimensión de la emergencia. Este es un conflicto armado a las puertas de Europa, es decir, muy cerca. Además, ha sido la mayor crisis humanitaria europea en décadas.

En el ejercicio de la solidaridad, se repite la máxima de que es mayor cuanto más cerca se tiene el conflicto y es mayor, cuanto mayor es el alcance del mismo. Las primeras semanas fue una vorágine. Intentamos organizar no solo a nuestro voluntariado, sino canalizar a todas aquellas personas que querían colaborar. En los primeros meses hasta verano, fueron siete mil las personas que participaron. Ahora ya vamos por más de nueve mil. Por lo tanto, quiere decir que la ayuda no cesa.

¿Qué mensaje te gustaría lanzar a la comunidad para crear conciencia de la importancia del voluntariado en este tipo de situaciones de emergencia?

En un momento para el voluntariado en el que, sobre todo a consecuencia de la Covid-19, se ha puesto de manifiesto la importancia del voluntariado de barrios, de proximidad y del voluntariado autoorganizado, esta crisis me ha reconciliado con el voluntariado organizado. El voluntariado organizado tiene ventajas e inconvenientes. Cuando la emergencia se complica, el voluntariado organizado, que actúa por principios y no tanto por causas, permite seguir construyendo sociedad civil a largo plazo, en consonancia con las necesidades de las personas más vulnerables y optimizando el uso de los recursos. Para mí eso es muy importante y se ve la fortaleza y la idoneidad del voluntariado organizado en contexto de emergencia. Por lo tanto, todo tipo de voluntariado que venga es bienvenido, pero cuando la situación es especialmente compleja, como por ejemplo en el marco de una emergencia, el voluntariado organizado es más eficaz.

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