Por Tatiana Ojeda Bermúdez
Abrah es trabajadora social y voluntaria en Adsis desde 2015. Tras colaborar en varias iniciativas de Gran Canaria, actualmente es una de las impulsoras del ya mencionado proyecto Meraki y del cortometraje ‘Migrar la mirada’. Esta joven canaria conoció ADSIS mientras trabajaba en otra empresa, y fue un compañero quien la animó a participar en un proyecto de Comercio Justo. Aquella experiencia le aportó tanto que decidió sumarse a la Fundación. Y hasta hoy.
¿Con qué causas está comprometida la Fundación Adsis?
Adsis coopera y ayuda a personas a nivel nacional e internacional. En lo que se refiere a Canarias, hay proyectos de empleo, de ayuda con adicciones y sustancias, familia, jóvenes, cooperación y, por supuesto, el proyecto Meraki, en el que yo colaboro de forma activa como voluntaria y también es el más nuevo en este territorio.
¿Qué significa esa curiosa palabra que da nombre a la iniciativa?
Meraki es un vocablo griego que significa pasión y entrega. Cuando creamos el proyecto elegimos este nombre porque identifica tanto la intención del voluntariado como la actitud de las personas migrantes, porque al final ellos entregan su vida para encontrar un futuro mejor.
¿Cómo surgió esta iniciativa tan interesante y esencial para las personas migrantes?
El proyecto surgió en agosto de 2020 porque empezamos a tener bastante demanda con temas de alfabetización y llegó un momento en el que no podíamos dar respuesta a todo el mundo, teníamos a personas y a entidades en lista de espera. En ese momento, algunas personas voluntarias que ya estábamos vinculadas a la Fundación decidimos proponer una alternativa los fines de semana para poder dar respuesta a esa demanda. De cara al voluntariado era abrir una puerta más para las personas que trabajan o estudian entre semana, que no tenían tiempo para hacer su acción voluntaria.
Somos 13 o 14 personas voluntarias, toda la gestión sale de nosotros, la Fundación confía en nuestra gestión. Diseñamos las acciones que queremos llevar a cabo y nos comunicamos directamente con las personas con las que colaboramos.
El proyecto surgió entonces en plena pandemia, ¿Han tenido dificultades para realizarlo?
Sí. Evidentemente con el Covid el año pasado y lo que llevamos de 2021 no hemos podido realizar todas las acciones que nos hubiera gustado, como salidas o actividades deportivas, pero todo este acompañamiento y asesoramiento administrativo básico lo hacemos todas las personas voluntarias. Incluido con menores.
Las personas voluntarias siempre hemos buscado la forma de cumplir las medidas de seguridad. Además, es muy importante porque con la alerta sanitaria está demostrado que la acción social es muy necesaria. Si las personas migrantes no conocen el idioma y no se adaptan, difícilmente van a poder seguir el ritmo de la sociedad. ¿Dificultades? que si no estuviera el covid podríamos acoger a más personas y podríamos hacer encuentros nacionales. Y en algunos casos es muy difícil mantener las medidas de higiene y las medidas preventivas. Aun así, todo está saliendo fenomenal.
¿Qué ofrece el proyecto Meraki a las personas migrantes que participan?
Ofrecemos tres tipos de alfabetización en el proyecto; alfabetización lingüística, es decir aprender a leer escribir y conocer el idioma español; alfabetización digital, porque hay muchas personas migrantes que no están al día con las nuevas tecnologías; y una alfabetización ciudadana, que consiste en mostrarles cuáles son sus deberes como ciudadanos, la cultura española y sitios de las islas que no conocen. Por ejemplo, los acompañamos a una estación para que sepan dónde se cogen los autobuses y para darles un poco más información sobre el día a día para que se integren en la sociedad.
Las personas voluntarias trabajamos en subgrupos donde intentamos colocar a los alumnos y alumnas en función del nivel de cada uno para que no se frustren y no se aburran. Intentamos que en la medida de lo posible sea un aprendizaje individualizado y que no sea una clase al uso para que aprendan de manera más lúdica.
Porque, aunque muchas veces lo obviemos, la alfabetización es mucho más que conocer un idioma…
Claro, y depende del caso. Hay migrantes que no sabían leer ni escribir cuando llegaron y otros que ya vienen con un nivel de la ESO o de Bachillerato y tienen muchos más conocimientos. Algunos saben inglés o francés y les resulta más fácil aprender el español y otros que en cuestión de tres meses ya se defienden bastante bien con el idioma. Se esfuerzan muchísimo en aprender el idioma, constantemente nos repiten que quieren hacer cursos y formaciones, que quieren estudiar y que después de eso quieren buscar un buen trabajo. Tenemos a personas que han realizado prácticas en empresas, las valoraciones que nos hacen son siempre muy buenas, siempre nos transmiten que tienen mucha energía y motivación. Especialmente las personas de Mali nos dicen que no han estudiado nunca, que las escuelas las cerraban cuando estaban en situación de guerra y no podían ir a clase, y lo que más nos demandan es poder escolarizarse, poder estudiar aquí.
Este voluntariado les inspiró a crear el cortometraje ‘Migrar la mirada’
Sí, el hecho de conocer a las personas migrantes tan de cerca y acompañarlas en su situación diaria nos hizo ver que tienen muchas dificultades y obstáculos para casi cualquier cosa. Hasta para la más cotidiana. La finalidad de este video no es otra que desmentir los bulos que estigmatizan a las personas migrantes y como su nombre dice, no son reales.
Creemos que la sociedad no es consciente del recorrido que ha hecho una persona migrada. Además, en Canarias desde hace unos años hay un auge de conductas racistas con amenazas y agresiones incluso y vimos que el proceso de integración de estas personas no depende tanto de ellos, si no de la sociedad. Debe ser la propia sociedad la que les ayude a integrarse. Para esto hemos desarrollado varias iniciativas, entre ellas está el corto. Además, en algunas de las algunas actividades que hacemos en escuelas llevamos con nosotros a una persona migrante y les decimos a los alumnos que están allí que se imaginen cómo es su vida, los idiomas que habla. Siempre les ponen nombres españoles, hobbies habituales de España y comidas típicas de aquí. Nos cuesta muchísimo trasladar esa mirada.
Tal y cómo está la situación en nuestro país en cuanto al racismo, ¿cree que tenemos mucho que aprender?
Efectivamente, creo que hay mucho que aprender. Al final las personas por puro desconocimiento no nos paramos a analizar los discursos que oímos, con ese miedo a lo desconocido y a las personas que vienen de fuera. Lo primero que hacen algunas personas es ponerse a la defensiva y atacar a otro colectivo diferente al suyo. También hay casos de personas en la que el racismo surge por falta de humanidad.
Queremos combatir ese desconocimiento porque creemos que conocer a las personas migrantes, sus historias, hará cambiar la opinión de un montón de gente. Al acercarte, conocer los obstáculos que pasan y empatizar. Otro de los ejemplos que solemos poner en los centros educativos es preguntar qué harían si en España tuviésemos una guerra o hubiese hambre. El 80% de las personas dicen que emigrarían. Esto nos hace ver que la clave empatía, ponerse en el lugar del otro.
Afortunadamente, la sociedad también es solidaria
Sí. A día de hoy las entidades hacen todo lo que pueden, pero la sociedad en general también está haciendo mucho. Aunque haya una parte racista, que no creemos que sea mayoritaria, hay mucha parte de la sociedad que está dando un ejemplo de solidaridad y empatía con las personas migrantes. Aquí en Canarias, por ejemplo, se han creado un montón de grupos de ayuda de vecinos y vecinas a pie de calle que preparan la merienda a personas migrantes. Dedican un par de días a la semana a recaudar todo tipo de enseres como tiendas de campaña o sacos de dormir para que estas personas puedan al menos dormir en condiciones óptimas.
Muchas personas de España emigraron a otros países en la posguerra y también durante la transición….
Claro, y hoy en día migrar también es bastante normal. Incluso hay muchas personas que se van a trabajar fuera, a países próximos como Marruecos y no los consideramos migrantes. La única diferencia es que estas personas se van muchas veces ya con trabajo. Obviamente la vida se puede mejorar, pero no de manera crítica.
¿Qué le aporta personalmente hacer este tipo de voluntariado?
A nivel personal siempre decimos que el voluntariado nos aporta más a los voluntarios y voluntarias de la Fundación que lo que nosotros aportamos a las personas migrantes. La calidad del equipo es increíble. Yo siempre digo que quien pueda debería realizar esta experiencia porque es súper enriquecedora; te ayuda a conocer otras culturas, otras mentalidades. También está la otra parte del voluntariado de frustración cuando vemos los obstáculos que se les pone a estas personas cuando la situación administrativa no avanza después de más de un año. No logran entender por qué la gente les trata de esa manera, tienen sus miedos y sus frustraciones también.
A lo que se une la experiencia que traen a sus espaldas estas personas desde sus países…
Claro. Hay jóvenes migrantes de 15 o 16 años que nos repiten constantemente que no quieren volver a su país a pesar de las dificultades que están teniendo aquí para integrarse. Esto nos hace ver la situación por la que han pasado con esa edad. Que una persona de esta edad esté dispuesta a volver a arriesgarse y coger otra vez una patera tiene que hacernos entender su situación. Es una realidad bastante dura tener que coger una patera, también para la familia del menor que permite que sus hijos pasen por esa circunstancia porque es mejor quedarse en tierra. Por ejemplo, hay un chico de Mali que nos contaba que tenía las mismas probabilidades de morir en la patera que de morir quedándose en su pueblo.
Se trata de personas que adquieren una visión muy madura de la vida demasiado pronto…
Efectivamente. Son conscientes del peligro que han tenido que pasar para llegar hasta aquí y eso es algo que no se olvida. Dejar a tus familias al otro lado del mar y no saber si las vas a volver a ver es una realidad muy difícil de asumir. Además, algunos nos cuentan que con 13 años ya estaban trabajando, se iban en una barca a pescar dos o tres días y después volvían. O que con 18 años que tienen ahora en su país hicieron ya muchísimos trabajos pescando, limpiando, en construcción, en el campo, arreglando motos… son personas que siendo muy jóvenes tienen un montón de experiencia laboral. Trabajos que además son bastante forzosos.
Para terminar, Abrah, ¿Hay algún aspecto que le gustaría transmitir especialmente sobre tu labor como voluntaria?
Sí. Quiero dar las gracias a las personas migrantes por acoger todo lo que les ocurre con una sonrisa. También agradecer a las personas que no se dejan llevar por bulos y conductas racistas, que son muchas, y eligen optar por la humanidad. Creo que es muy importante visibilizar esa positividad, que como ya he dicho, es mayoritaria.