‘Cuando las redes desconectan: aporofobia y odio en Internet’

 En Opinión, PVE
Jonás Candalija, periodista

“El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura”. Esta alocución, tan habitual, está quedando obsoleta ante el avance de las redes. Es sólo un ejemplo del crecimiento de las tecnologías de la información. A pesar de que aún permanecen zonas ‘aisladas’ y de que la brecha digital es un problema endémico en algunas comunidades, la tendencia es imparable.

La COVID-19 ha representado una oportunidad para poner a prueba nuestra capacidad de trabajo virtual, permitiendo salvar los obstáculos que suponen el confinamiento y la paralización de la actividad. En este contexto, las redes sociales también nos han permitido mantener el contacto con nuestra comunidad más cercana y han servido para romper la barrera que nos imponía la pandemia. Sin embargo, no todo son buenas noticias.

En un escenario de polarización social y política, las redes sociales son el escenario perfecto para extender el odio. Históricamente, las crisis han conducido a posiciones extremas, en las que la intolerancia ha prevalecido. Internet no hace más que ampliar la capacidad de acción de quienes se esconden en la red para buscar chivos expiatorios de los males endémicos de la sociedad. El fenómeno de criminalización de las personas más indefensas de las miserias de un sistema desigual ha sido una constante histórica, que ahora se recrudecido por el uso de la tecnología.

Cada día vemos ejemplos de la facilidad con que la difusión del odio por las redes sociales sobrepasa los mecanismos de control, incluso gubernamental. Ante esta situación, la Comisión Europea designaba recientemente un Grupo de Alto Nivel sobre ‘fake news’ y desinformación. El Ejecutivo comunitario solicitaba a las distintas plataformas digitales  la adopción de un código voluntario de buenas prácticas, la creación de una red europea independiente de fact-checkers o verificadores y apoyo financiero al periodismo de calidad.

Sin embargo, el fenómeno no tiene visos de detenerse. La sensación de impunidad y la propia idiosincrasia de las redes sociales posibilitan la viralización del discurso del odio entre la opinión pública. Twitter, Youtube, Facebook o WhatsApp son las principales plataformas de difusión, y se han comprometido a aumentar los controles, sin embargo, el efecto multiplicador que permite la tecnología, convierte cualquier mensaje de odio en un fenómeno de trasmisión exponencial, muy difícil de atajar.

Como podemos comprobar en nuestra vida diaria, masivamente digitalizada, las redes sociales han tenido un crecimiento exponencial desde que allá por 1997 naciera SixDegrees. Sin embargo, hemos visto que al igual que representan una oportunidad para conectarnos con nuestra comunidad y el mundo, también pueden romper la conexión con lo que nos hace humanos. Volver a conectar con la empatía y el respeto mutuo es una asignatura todavía pendiente para muchas personas.

Las nuevas tecnologías pueden contribuir a acercarnos y conocernos mejor, rompiendo las barreras físicas y creando verdaderas redes de apoyo. Como hemos visto, el odio avanza si no se le combate, también desde la red. Está en nuestra mano a desconectar el odio de la red y dejarlo definitivamente apagado y fuera de cobertura.

 

Las opiniones vertidas en los artículos de opinión de El Periódico del Voluntariado corresponden a los autores y autoras de los textos.

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