“El voluntariado es un veneno, si empiezas no puedes salir”
Cuando era niño, Elías Sánchez tenía una ilusión: tener una casa grande con muchos caballos para cuidarlos. Lo cierto es que no ha conseguido su sueño, pero lo ha transformado: dos veces por semana está en contacto con estos animales por los que tanta devoción tiene. En la primera él es el protagonista como jinete- alumno. En la segunda, es voluntario en la ‘Asociación Equitación como terapia’ con niños y niñas con discapacidad. De la boca de Elías salen las palabras a borbotones, podría estar hablando horas de su faceta como voluntario; de su pasión por contagiar el deseo de cambiar el mundo.
Por Talía Estévez
¿Qué fue antes, el amor por los caballos o tu impulso por hacer voluntariado?
Cuando era pequeño siempre le decía a mi madre que quería tener una casa grande con caballos… así que supongo que el amor por los caballos va de largo. No tengo caballos, pero sí esa pasión y curiosidad que tenía de niño. Llevo 10 años montando y el pasado curso fue cuando me inicié en el voluntariado.
¿En qué consiste tu labor como voluntario?
La terapia con caballos tiene cuatro participantes: usuario, terapeuta, que tiene formación específica y asiste en función de las necesidades, una tercera que es el caballo; que por supuesto están entrenados y domados para las labores de terapia y por última, los voluntarios.
Nuestra función es la de asistir a los terapeutas cuidando al caballo. Les limpiamos, les ponemos las monturas necesarias para cada usuario… y durante la clase les llevamos de las riendas y participamos en los ejercicios participativos.
¿Cómo son las personas con las que te encuentras?
Depende de cuándo asistas. En mi caso voy los viernes por la tarde y en mi horario he conocido a niñas y algún niño que tienen distintos grados de discapacidad motora o cognitiva. Acuden a la terapia para fomentar el movimiento de su cuerpo de una forma mucho más amena que, por ejemplo, sentarles en una mesa a abrir y cerrar una mano.
¿Has sido testigo de su evolución?
Sí, sobre todo en dos personas en concreto. Una chica, que tendrá unos 15 años y tiene problemas de espalda y de cadera. Cuando empezó no era capaz de poner los pies en los estribos y poco a poco, gracias a los ejercicios ha ido cogiendo la postura y es capaz de colocarse en los estribos, con la espalda recta… cuando ves esto ese día te vas a casa que no cabes en el coche. Si yo que soy voluntario siento esta plenitud, no me quiero imaginar los padres y terapeutas.
¿Crees en el poder sanador de los animales?
Totalmente. Yo tengo dos perros en casa y es increíble cómo detectan cuando hay alguien pachucho; no se separan de ti, están pendientes totalmente. Pasa igual con los caballos, nos detectan el estado de ánimo y crean contigo un vínculo muy importante.
Para mí ya es una terapia ir todas las semanas a montar, me relaja pensar que estamos el caballo y yo… y ya está. Pasa igual con los usuarios de la terapia, que siempre quieren más.
¿Cómo es el vínculo que has creado con las personas que van a terapia?
Teniendo en cuenta que los usuarios son una persona rodeada de sonrisa… todo lo que te diga es poco. Son gratitud en estado puro. Ya puedo tener una semana mala, que sé que los viernes por la tarde van a darle un giro a mi estado de ánimo. Al final se convierte en un acto egoísta, porque recibo mucho más de lo que doy.
Nuestro lema es “Haz voluntariado, cambia el mundo”… ¿sientes que has cambiado el mundo?
Tanto como que he cambiado el mundo me cuesta mucho pensarlo. Y más que con mi labor de voluntario, creo que he aportado algo al cambio del mundo creando conciencia en mi entorno sobre la necesidad de hacer cosas, que como voluntario en la asociación.
El cambio ya no es el mío como Elías, sino el de ir contándoselo a otras personas y que otras personas lo cuenten… creo que lo que de verdad cambia el mundo es la consciencia de que todos podemos aportar algo. Es un veneno muy especial, cuando te metes no puedes salir.
¿Y de qué forma ha influido ese veneno en tu día a día?
Yo mismo y mi percepción del entorno ha cambiado. Tomas consciencia de que no todo el mundo tiene salud, ni la suerte de tener una buena posición económica. Se crea más empatía.
Yo siempre lo digo, hay dos voluntarios: los que ya lo somos y los que aún no han comenzado. No me canso de repetirlo, todos podemos hacer algo. Y creo y confío que en que pronto las autoridades se den cuenta de cuán importante es el voluntariado y lo propicien: si usted quiere ayudas, quiere tal permiso… tienes que hacer una labor social para conseguirlo.