Por Javier Aymat
Precisamente por esa visión de un mundo que debe y puede ser mejor, Blanca cuenta con tantas historias y vivencias sutiles y esperanzadoras sobre el voluntariado. Y, paralelamente, gracias a su larga trayectoria feminista, también cuenta con una mirada brillante y reconciliadora sobre la sociedad de hoy y del mañana.
Mar de Niebla es una organización llena de historias muy representativas de lo que es el voluntariado… Pero cuéntanos primero su labor en general.
Esta fundación nació de una iniciativa de jóvenes del barrio, en este caso el Barrio Oeste de Gijón que abarca La Calzada, Cerillero y Natahoyo. Es un barrio de casas de protección oficial que, además nació en torno al puerto… De hecho, ya existía un movimiento obrero que partió del conflicto naval cuando se cerró la construcción naval. La batalla sindical fue muy fuerte y, sobre todo, surgió la mentalidad de unión según la cual los problemas debían resolverse con la participación ciudadana.
De ese espíritu surgió Mar de Niebla que se convirtió en asociación y luego en fundación. De esta forma, fue creciendo y creciendo en la medida que se iban descubriendo las necesidades del barrio.
Por eso, se nutre de esa participación de la gente del barrio, más de 2.600 participantes, y del voluntariado. Pero es muy importante incidir que una entidad como la nuestra, que cada vez tiene un presupuesto mayor, se nutre con profesionales y que sin ellos no podríamos hacerla posible.
Hablando de historias concretas me gustaría que nos hablaras de Eslabón. ¿Qué nos puedes contar de esta peculiar actividad?
Es el único programa que se sale del barrio. Son dos mujeres que, todas las mañanas, salen a hablar y a ayudar a personas sin hogar. Pero su misión no es el rescate sino el acompañamiento. Muchas de las personas sin hogar no quieren salir de la calle porque, por ejemplo, los albergues les horrorizan, no tienen capacidad para la convivencia, porque tienen hábitos tóxicos, etc.
Te cuento, por ejemplo, la historia de Pedro. Se trata un curioso caso de un hombre que dormía en el cementerio y se duchaba en el hospital. Y esta persona necesita sobre todo una cosa; que escucharan sus poesías. Como su sueño era ese, estas dos mujeres no sólo le escuchaban sino que incluso se encargaron de editar un libro con sus poemas. Eso le hizo enormemente feliz y, además, fue todo un éxito en la semana negra de Gijón. En Youtube se pueden ver sus lecturas que son preciosas.
Otro caso que me pareció curioso fue el de las rutas solidarias.
Estas salidas que se realizan los domingos y están encaminadas a viudos y viudas o personas que se han quedado solas por cualquier circunstancia o que, simplemente, necesitan compañía.
Entonces nuestro compañero Josechu va con ellos a diversos sitios muy bonitos de Asturias… Y lo bueno es que, dentro de esas propias rutas, van hablando unos a otros sobre lo que unos necesitan y lo que otros podrían aportar. Y, a partir de ahí, se va ramificando y van surgiendo muchas otras formas de colaboración.
Parece que el voluntariado de calle es una fuente inagotable e imprevisible.
En la calle está lo peor pero también es donde te encuentras la auténtica alegría. Muchas personas consideran que son solidarios porque pagan impuestos. Eso no es suficiente. En cambio, el voluntariado aporta mucho más, aporta fuerza, energía y alegría. No se puede trabajar en entidades sociales si estás invadido por la tristeza. Por eso, la gente que trabajamos en entidades de este tipo no partimos de lo que falta, de la carencia, sino de lo que podemos hacer y aportar.
Da la impresión de que, a veces, los medios, y los poderes en general, nos minan constantemente con malas noticias, con una fuente de desesperanza que tiende al inmovilismo. ¿Cómo haces tú para mantener esa esperanza cuando te viene el desaliento?
Lo que te hace levantarte cada día es que tienes un sueño. Cuando tienes la idea de que quieres dejar un mundo mejor a los que vienen ya tienes esa fuerza. Todo parte de la mirada, de la observación. La base está mantener el sentido de comunidad, de tribu. Dentro de ese mundo puedes tener metas alcanzables que son una fuente de alegría.
Hay todo un colectivo dedicado a que los humanos estemos tristes y debilitados. Eso ocurría, por ejemplo, en Harry Potter, donde no había cárceles sino Dementores que eran seres que te producían tristeza. Esa es nuestra propia cárcel.
Hablando ahora de Belladona ¿Cómo es este proyecto a nivel global, incluso a nivel ideológico?
Antiguamente, la ginecología era algo que partía sólo de los órganos sexuales, no de la mujer en su conjunto. La idea de Belladona era ver el cuerpo de la mujer como un todo; buscar el acceso de nuestros cuerpos, hablar de sexualidad, elegir cuándo tener hijos, saber tratar sus enfermedades de forma global, etc.
Así creamos una clínica que, realmente, no era de aborto sino un centro donde hombres y mujeres podían ir a hablar de sexualidad. Y allí aplicábamos aquello de que la salud es la unión de tres factores: lo físico, lo mental y lo social.
Por ejemplo, podíamos ver que una pareja con mala sexualidad era una fuente de enfermedades. Y desde ahí es donde había que tratarlo.
La clínica pasó por muchas circunstancias pero ya tiene treinta y cinco años de vida. A lo largo de ese tiempo he pasado por muchos debates, entrevistas, programas de televisión, de radio… y es un proyecto del que me siento muy orgullosa.
Belladona es un nombre que viene de Atropa Belladona que abría a los ojos, de alguna manera, a la sabiduría ancestral.
La atropina es algo que dilata la pupila y por eso se decía que hacía más bella a las mujeres. La mujer siempre ha sido sanadora y curandera, el contacto con la mujer y la naturaleza ha sido constante desde siempre.
La industria farmacéutica ha aportado mucho a la salud. Pero también es cierto que el abuso de medicamentos muchas veces oculta otras problemáticas que debemos abordar desde otro lado muy diferente. Eso ocurre desde los tratamientos hormonales hasta los antidepresivos pasando por los productos estomacales.
Yo, de hecho, trabajé en el Amazonas con curanderos y pude ver hasta qué punto sus plantas eran efectivas. Muchas veces lo que necesitaban era una concentración mayor y nuestra organización les ayudaba a obtenerla.
Parece que el patriarcado es una imposición del ego y de la sociedad basada en el conflicto. El matriarcado, sin embargo, abarca una visión más en consonancia con la naturaleza y el feminismo; el llamado ecofeminismo.
Es una cuestión de poder donde la mujer era básicamente reproductora. Nosotras no podíamos ir a la Universidad pero buscábamos otras formas de transmitir nuestro conocimiento. Siempre hemos sido las cuidadoras. Dedicarse al cuidado es mucho tiempo y siempre nos hemos dedicado a cuidar a nuestros hijos y mayores. Todo se basa al final en buscar el mismo acceso igualitario. Cuando repartamos el cuidado también repartiremos las oportunidades. Es así de sencillo.
El otro día la activista Vandana Shiva decía precisamente que la forma de frenar la destrucción del patriarcado era dándole la vuelta hacia el matriarcado. ¿Qué piensas de eso?
Yo no lo veo exactamente así. Ni poder de las mujeres ni poder de los hombres. Es el poder del conocimiento, es el poder de la responsabilidad. En algún momento mandará más la madre, en otro mandará más el padre… Pero que no siempre tenga que ser la que mujer tenga que cuidar y aprender a detectar muchos problemas. De ahí el desarrollo de nuestra intuición. De ahí también que los hombres hayáis perdido muchísimo en el camino porque el patriarcado no os ha dejado desarrollar vuestra sensibilidad ni muchas otras cosas.
Sí, ha sido una cárcel también para el hombre…
Sí, por eso el compartir es bueno para vosotros que os descargáis y para nosotras que nos cargamos de otras tareas que no son sólo de cuidado.
Quizás los cambios en el mundo comienzan en cambios internos, cambios personales que luego se van convirtiendo en pequeños gestos diarios… ¿Qué gestos o pequeñas acciones propondrías para los que quieren empezar para cambiar el mundo?
A veces basta con una simple sonrisa, eso puede cambiar muchas cosas. Yendo a un nivel más profundo, te diría que se trata mucho de escuchar y hablar de forma auténtica.
Ponerse la piel del otro por ejemplo en el tema de la inmigración. El hombre blanco ha sido mucho más invasor pero no lo vemos con esos ojos. No vemos otros puntos de vista, no escuchamos… Todo se basa en gran parte simplemente en escuchar…
Me gusta esa idea de escuchar como una manera de cambiar el mundo.
Sí, nos sentamos delante de la tele y, claro, sólo habla ella, no hay conversación. Y el mundo está cambiando queramos o no. Y en escuchar y mezclarse está la riqueza. Los animales más fuertes son los que más se mezclan. Agarrotarse en la idea de que lo mejor es lo mío lleva a cosas como el Brexit, el odio al inmigrante, el odio al otro…
Practiquemos la escucha activa y relajémonos… Disfrutemos del cambio.
Así sea. Muchas gracias por tus palabras y por tu entrega.
Un verdadero placer, gracias a vosotros.