Alejandra Acosta, responsable del programa de prevención ‘Desactiva la trata', de Diaconía

“El voluntariado es fundamental para luchar contra la trata de personas”

Ante la situación de crisis que se vive en Afganistan, son muchas las organizaciones que se han movilizado para poder acoger a familias afganas que huyen del poder talibán. Entre ellas Diaconía, cuyo equipo de trabajo y voluntariado ha estado presente en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) para acoger a estas personas que solicitan asilo. España tiene el reto de insertar en la sociedad a personas que llegan con un alto grado de vulnerabilidad y que han sufrido en su país de origen distintos tipos de violencia y violaciones a los derechos humanos. Alejandra, desde el programa ‘Desactiva la trata’, lucha porque esas personas no caigan en las garras de las mafias que se dedican a la explotación.

 En Entrevistas, PVE
Por Mauricio H. Cervantes

Alejandra Acosta (Bogotá, Colombia, 1996) llegó a España de la mano de sus padres cuando tenía tres años. A los 18 años tuvo una revelación: sintió la inquietud y la necesidad de hacer algo por aquellas personas que, aún en el siglo XXI, siguen padeciendo la esclavitud.

Hoy es la responsable del programa ‘Desactiva la trata’ de la organización Diaconía, y cree que ese problema tiene solución: sólo hace falta que todas las partes de la sociedad acepten que la esclavitud, en todas sus formas, es inaceptable. Con motivo del Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas (23 de septiembre) hablamos con ella para conocer de cerca esta realidad.

¿Por qué se interesó por este tema?

A los 18 años, en la universidad recibí una charla sobre la esclavitud. De aquel momento recuerdo los testimonios sobre las víctimas de explotación sexual. Eso me marcó mucho. Y me pregunté, “¿qué podré hacer para ser parte de la solución a este problema?”. No podía creer que en toda mi formación jamás hubiese escuchado sobre algo tan grave como la esclavitud en pleno siglo XXI. Se trata de un problema de dimensiones enormes. En 2021 hay más de 47 millones de personas en el mundo que son víctimas de la esclavitud. Y si lo desglosamos, cada 30 segundos una persona se convierte en víctima. Es importante difundir la información correcta para prevenir la esclavitud.

¿Qué importancia tiene el voluntariado para ti, y qué papel juega en tu lucha?

Creo que juega un papel fundamental en la lucha contra la trata de personas. Al final, éste es un problema sistémico y requiere que todas las partes de la sociedad estemos involucradas. Cualquiera puede aportar. Todas las habilidades, todo el tiempo destinado, todos los recursos son importantes, porque finalmente la trata es un problema que nos afecta a todos y a todas. El rol del voluntariado es fundamental, y quiero hacer la invitación abierta a que todo el mundo se acerque a él, porque sólo así erradicaremos la trata de personas.

¿En qué consiste el programa ‘Mujer y trata’?

En Diaconía llevamos más de 25 años trabajando en el terreno con gente muy vulnerable. Y no sólo trabajamos con mujeres. Desde éste área tenemos dos itinerarios: uno de intervención (atención a víctimas de explotación sexual, mujeres vulnerables, etcétera), con el que ofrecemos atención psicológica y jurídica; el otro es de prevención, formamos a distintos sectores sobre lo que implica la violación a los derechos humanos, y qué se puede hacer desde allí contra ese problema.

Colaboramos con la Policía, con la Fiscalía, somos parte de mesas donde se toman decisiones sobre casos más graves de trata y hacia dónde se derivan, hacemos incidencia política a través de la Red Española Contra la Trata de Personas para favorecer los derechos de las mujeres, como, por ejemplo, las mujeres en Afganistán.

Allí los derechos y libertades para muchas mujeres son inexistentes ¿Qué programas tiene Diaconía para ayudarlas? ¿Qué problemas tienen las personas que llegan en una situación de vulnerabilidad extrema?

Por desgracia, Afganistán no es el único país en donde la violación a los derechos de las mujeres es muy, muy grave. Diaconía ha recibido, en la base aérea de Torrejón de Ardoz, a familias afganas refugiadas, y ahí ha estado mi compañero Alejandro Martín, coordinador del programa de acogida. Muchas de las personas que han llegado son mujeres, y muchas de ellas han padecido violencia sexual, violencia política, violencia intrafamiliar, etcétera.

Y aquí se enfrentan también a esa desprotección

El problema es que, aunque lleguen aquí, un lugar en el que hay un Estado de bienestar, no necesariamente van a encontrar las mejores condiciones para insertarse en la sociedad. Por más que estén en un país como España, terminan siendo carne de cañón para las mafias. Muchas de las mujeres que llegan solas son potenciales víctimas de trata, porque están desprotegidas y no tienen una red de apoyo, o no conocen el idioma, y porque es muy difícil encontrar un trabajo digno. Todo eso las deja expuestas a la explotación sexual, la mendicidad forzada, el tráfico de órganos. En nuestro país, da igual si eres hombre o mujer, las personas más vulnerables son las más expuestas para ser captadas por las mafias de tratantes.

Hablemos de la trata que sufren los hombres…

Muchísimos hombres también son captados. Quizá, no tanto para la explotación sexual, pero sí para, por ejemplo, la mendicidad forzada o la explotación laboral. También hay otro caso, pero en este la proporción es igual para hombres y mujeres, que el de la comisión de delitos, es decir, que te fuercen a delinquir. Por ejemplo, vender droga o vender bienes robados. Esas personas, en no pocas ocasiones, pueden terminar yendo a la cárcel, y en realidad no eran ellas quienes operaban esas actividades delictivas, sino que eran carne de cañón para las mafias.

Muchas personas están siendo engañadas

Sí, las mafias utilizan a estas personas diciéndoles que están obligados a hacer eso para “pagar la deuda que tienen” por haber sido acogidos, por ejemplo, y que realizando esas actividades (ilícitas) “saldarán” esa “deuda”. Desafortunadamente, no hay muchos datos certeros para medir la explotación laboral. El centro de inteligencia, que trabaja con la Policía, tiene informes con los que miden con cuántas víctimas han interactuado, o cuántas personas pueden ser potenciales víctimas, pero eso no basta para hacer una aproximación real acerca de la gravedad del problema. Sabemos que esos datos sólo son la punta del iceberg.

Por otra parte, debo decir que cada vez se movilizan más recursos, y eso es gracias al consenso social de que la trata es algo inaceptable.

Activistas dicen que regular la prostitución sólo beneficiaría a los “mercaderes” y a quienes pagan por el cuerpo de una mujer. ¿Qué piensan desde Diaconía?

Nuestra visión es muy similar. Apostamos por el abolicionismo. Hay que entender que la prostitución es una industria. Y que cuando hablamos de la ‘libre voluntad’, tenemos que saber que hay un grado de romanticismo en ello, porque detrás de las mujeres que venden su cuerpo lo que hay es un negocio. Creer que las mujeres que se encuentran en la prostitución lo hacen porque realmente quieren es caer en un tópico. Estamos ante un negocio regulado por el mercado, no por la voluntad de una persona. Y, desgraciadamente, los muy sutilmente llamados ‘consumidores’, al final demandan lo que esa industria les ofrece. Por ejemplo, la pornografía. Muchos estudios revelan que lo que hay detrás de eso es muchísima violencia contra las mujeres, muchísima explotación, y, por supuesto, muchísima trata. La realidad muestra que hay un mercado que comercia con los cuerpos y los derechos de las mujeres.

¿La solución es la abolición de la prostitución?

Esa es nuestra postura. Creemos que no debe ser aceptable pagar por el cuerpo de las mujeres. Aunque alguna mujer que diga que, aun teniendo otras opciones, ha elegido la prostitución como una forma de vivir, la mayoría, si tuviera otras opciones de vida digna, no lo haría.

En todo caso, el debate y la reflexión no debería de ser si una mujer tiene la libertad de vender su cuerpo, sino si los hombres tienen el derecho a pagar por el cuerpo de una mujer. Si el mercado del sexo es aceptable en sí mismo.

¿La trata parte de un sistema que normaliza el sexo como un mercado más?

Para mí, el problema es que estamos centrando el debate en esfuerzos individuales cuando deberíamos de cuestionar lo colectivo. Tenemos que entender que todo es parte de un sistema perverso que permite que el cuerpo de las mujeres sean parte de un mercado. Claro que hay mujeres que, según ellas, entran en la prostitución voluntariamente, pero si ahondas en las historias, lo que te encuentras es muchísima necesidad detrás de esa supuesta decisión. Muchas de ellas sólo tienen esa salida para que sus familias no mueran de hambre. Y eso no es una decisión, eso es falta de opciones.

Además de la abolición ¿Cómo se soluciona el problema de la trata en un mundo como éste, y en el siglo XXI?

Nuestro esfuerzo se centra en romper las dinámicas conocidas hasta ahora. Antes, la tendencia era abordar a quien pagaba por sexo con el mensaje: “porque tú pagas, hay explotación”. Pero lo cierto es que culpabilizar a quien paga no nos lleva a construir un consenso social, y sólo genera crispación. Por eso apostamos por la prevención. El año pasado alcanzamos virtualmente, vía Instagram y la web, a más de 60 mil personas. Pero este año queremos ser más ambiciosas. Queremos llegar a potenciales víctimas de trata utilizando las herramientas digitales.

La pandemia cambió el mundo, y ahora es más difícil ver a gente siendo explotada en la calle. Eso dificulta la visualización del problema. Ahora, las mafias operan muchísimo más en internet.

¿Cómo es eso?

Las mafias nos llevan muchos años de ventaja en estrategias para llegar a la gente. Hemos descubierto que las bases de datos son una fuente valiosísima para ellas. Para captar víctimas, tienen métodos de búsqueda y de filtración muy sofisticados. Esa información la utilizan para llegar a mucha gente en las redes sociales. Estudian los patrones de comportamiento, ubican a chicas en edades específicas, saben qué palabras escriben con regularidad en las redes, etcétera. Luego las contactan, piden que hagan vídeos sexuales y los venden, las engañan, les dicen que las buscan para una relación amorosa, y finalmente son explotadas. Nuestro objetivo es utilizar la misma estrategia, pero para la prevención. El problema es grave. Una bolsa de droga se vende una sola vez, pero una mujer, para las mafias, es una fuente de lucro inagotable.

 

 

 

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