Ana Isabel Peces, periodista experta en género. Directora de 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'

“Cuando te parten la cara se ve, cuando es el alma cuesta demostrarlo”

De la noche a la mañana el mundo del “corazón” se ha colado en el debate público para soliviantar conciencias. Rocío Carrasco ha denunciado en prime time que ha sido víctima de violencia de género durante dos décadas. La apoyan ministras, periodistas y asociaciones de víctimas. Desde otras orillas, niegan su historia.

Contar la verdad para seguir viva es la docuserie que ha puesto sobre la mesa tres lacras que sobrevuelan sobre las víctimas: miedo, culpa y vergüenza. También ha dado a conocer un mal trato que duele más que los golpes, la violencia vicaria.

 En Entrevistas, PVE
Por Laura Montalvo

Detrás de la serie, una periodista: Ana Isabel Peces. Directora de un proyecto que puede marcar un antes y un después en el tratamiento de las violencias contra las mujeres.

Madrileña de Carabanchel, Anais saltó de la radio a la tele, donde lleva veinte años. Una voz fresca y feminista que se mantiene firme frente a la negación del dolor.


¿Qué ha sido lo más 
complicado del proyecto? 

Afinar, abrir ese corazón cerrado para no sufrir con la esperanza de que lo que cuente se escuche y se crea. Rocío es una persona con valores tradicionales, con mucho miedo y para que pudiera contar su historia tuvimos que ayudarla y apoyarla para que la gente al otro lado de la televisión la creyera y la cuidara. Afortunadamente ha sido así. El trabajo al final ha repercutido en ella positivamente. Yo tenía miedo de abrir una puerta que es muy difícil cerrar: cada vez que hemos hablado de sus hijos, de determinadas historias, lo hacía con la mejor intención, con todo el cuidado porque es una víctima.

Con este trabajo se ha logrado visibilizar la violencia de género en el entorno de la prensa del corazón; una proeza.

Yo nunca pensaba en el espectáculo, sólo en que ella pudiera contar libremente su historia. Como si se lo contara a una amiga, no a una cámara. En todo momento pensaba en ella. He sido inquisidora en lo que tenía que serlo, porque no deja de ser un trabajo periodístico, pero he cuidado mucho no excederme. Rocío Carrasco es un personaje social. Sobre ella han hablado todos los medios.

 Y este proyecto le ha dado la palabra …

Rocío ha rellenado muchas horas de programas del corazón, pero su historia trasciende a ese mundo. Nos ha resultado muy fácil opinar sobre ella, era muy fácil decir que era mala madre o el “qué raro lo de sus hijos”. Hemos abierto un camino y hay que seguirlo porque puede servir a muchas personas. La violencia física es muy fácil de detectar, pero las lesiones psicológicas son invisibles y difíciles de demostrar. Este proyecto ha hecho que muchas mujeres se planteen lo que les está pasando y puedan identificar como violencia situaciones que tienen asumidas. Nos hemos acostumbrado a que nos traten mal y esto puede cambiar la vida a mucha gente. Con estos mensajes ayudamos a detectar la violencia, a no asumir la situación como normal.

 ¿Cree que esta docuserie moverá los cimientos del machismo?

La violencia de género no entiende ni de edades, ni de estatus. Es verdad que hay personas más vulnerables, pero afecta a todas las mujeres, nadie se libra. La esperanza que tengo es que las cosas cambien, ojalá esto sirva.

 Al menos afectará al tratamiento en medios…

El machismo tiene unas raíces muy fuertes. Esta docuserie puede aportar un granito de arena, y bienvenido sea, aunque solo hayamos convencido a alguien… Pero la lucha contra el machismo sigue.

Desde los medios hay que luchar contra los estereotipos de género, que nos hacen mucho daño desde pequeñas. Hay que luchar contra determinados roles y tener en cuenta a las mujeres como expertas. Las mujeres en muchas ocasiones saben más que los hombres pero siempre se recurre a los hombres como figura experta. Eso tiene que cambiar.

Feminismo y medios de comunicación, ¿Cómo se llevan ambos conceptos?

A las periodistas feministas siempre se nos ha visto como las raras, las pesadas, pero se nos va escuchando poco a poco. Somos pocas, deberíamos ser más. Creo que debería haber asignaturas de género en cualquier tipo de carrera, pero en Periodismo es absolutamente necesario.

Las mujeres somos diversas, me refiero también a la cuestión física. Reclamamos que se nos permita vivir en tranquilidad, sin esa perfección absoluta. Que se nos permita equivocarnos, ser mediocres, que se nos permita lo mismo que a los hombres. Ni más ni menos. Somos la mitad de la población.

 ¿Qué opina del debate entre negacionistas y quiénes creen a las víctimas de las violencias? 

No puedo entender el negacionismo en la violencia de género. Por un lado, el debate me parece un primer paso para que deje de existir, pero hay debates que no tienen sentido. Igual que no se puede debatir con racistas, o con homófobos, las personas negacionistas de la violencia de género no pueden tener cabida en los debates.

Pero esto es lo que hay; esta sociedad no puede cambiar de la noche a la mañana. Valoro ese debate como un primer paso para que la gente se dé cuenta de que hay cosas que no se pueden tolerar.

A veces son las propias mujeres quienes niegan el machismo

Sí; con el machismo llueve para todos. Todos y todas lo vivimos, pero es verdad que por ser mujer y sufrirlo, deberías estar más sensibilizada. Tenemos que ir abriendo camino, sobre todo porque tenemos una responsabilidad con las generaciones que vienen y yo confío mucho en que las mujeres sean las primeras en hacer camino.

Las mujeres llevamos siglos sin ser creídas y siendo cuestionadas

 ¿Cómo convence a una persona negacionista de que no sólo duelen los golpes, que existen otras violencias?

 No se trata de convencer porque sí. Es un camino que debe seguir cada persona. No hay más que hablar con víctimas de violencia de género que tienen lesiones psicológicas que les durarán toda la vida.  Cuando te parten la cara se ve claramente, pero cuando te parten el alma cuesta verlo.

Todos tenemos el alma un poco partida, pero cuando te la rompen por violencia de género somos todos un poco responsables, porque esta sociedad sustenta la violencia de género y tenemos que ser especialmente cautelosos con las víctimas. Las mujeres llevamos siglos sin ser creídas, siendo cuestionadas como mujeres, como madres, como profesionales…

No hace tanto no se nos daba ni la cartilla del banco sin la firma del marido, no se nos permitía divorciarnos No hace tanto estaba hasta bien visto algún que otro golpe dentro del matrimonio. No nos han creído históricamente y nos sigue costando que nos crean. Por eso es tan importante apoyar a las víctimas de género como Rocío, a quien le ha servido de mucho lo que hemos hecho.

 ¿Qué le ha aportado a usted este proyecto?

 Esta docuserie me ha cambiado mucho. Por un lado, por ver la cantidad de maldad que se puede ejercer contra una persona, a veces consciente y otras inconscientemente. Y, al mismo tiempo, me ha cambiado porque me ha dado mucha esperanza. A veces con muy poquito se puede cambiar el mundo, se puede cambiar la percepción de la gente sobre las cosas. Se puede ayudar a una mujer. Siempre digo que una revolución empieza cuando una mujer le cuenta algo a otra mujer. Y esta revolución nos ha servido a las dos. La ha cambiado a ella y me ha cambiado a mí.

En este proyecto se han juntado mi pasión por el feminismo y por ayudar a otras mujeres con mi labor profesional. Mi mano estará tendida para Rocío; cuando lo necesite la tendrá. Ella decidirá cuándo me suelta la mano y si me la suelta.

Una revolución empieza cuando una mujer le cuenta algo a otra

¿Cuándo y por qué decidió formarse en cuestiones de género?

Hace muchos años me convertí en activista a través de una buena amiga, Karmele Marchante. Es socia fundadora del Club de las 25, el club feminista más antiguo en España. Me llevó a charlas y me regalaba libros, estas cuestiones siempre me habían llamado la atención. Pero nunca había desarrollado la aplicación del feminismo en mi activismo.

Cuando te implicas un poco más te das cuenta de que nunca sabes lo suficiente. Empecé a hacer cursos, por ejemplo, con Nuria Varela. Y también hice el máster de Gestión de Políticas de Igualdad de la Universidad Carlos III. No he parado de formarme y trato de aplicar el feminismo a mi trabajo diario, a la información, a todo. Ya no me quito las gafas moradas

Hace poco estuvo en la presentación de la IX Muestra de Corto Social de la PVE, ¿Qué opina de estas iniciativas? 

Me llama mucho la atención y me parece especialmente interesante el concepto de transmitir historias a través de los cortos. Estamos muy acostumbrados al cine de larga duración, pero están cambiando las formas de ver contenidos audiovisuales y me parece que a través de los cortos se pueden reflejar historias con muchísima dureza y profundidad y se puede llegar a mucha gente. Además, el contenido de los cortos de esta muestra tenía un punto de sensibilización con alguna causa. Creo que después de la pandemia ha quedado al descubierto la necesidad de ver otras realidades de personas que están en peor situación. Hay que dar la mano a las personas más desfavorecidas, porque llegará un momento en el que estaremos todos de la mano.

¿Ha hecho alguna vez voluntariado?

Sí, yo soy del barrio madrileño de Carabanchel y allí funcionan muy bien las asociaciones de ayuda vecinal y he colaborado. Es un barrio humilde, y me gusta reivindicar la cultura y la necesidad de estudiar y formarse. Explicar a los niños que este Estado funciona y que si estudian se podrán dedicar a lo que quieran. Porque aquí hay muchos niñas y niños que desde muy pequeños pierden sueños por las pocas posibilidades que tienen sus familias. Hay que recordarles que a veces sus sueños pueden cumplirse. Tenemos que luchar para que las personas menos desfavorecidas puedan llegar a donde quieran.

 

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