Félix Ralfas, voluntario en ASADICC (Asociación de Ayuda a las Personas con Discapacidad de Caspe y Comarca), de COCEMFE

“Con la pandemia hemos tenido la oportunidad de conectar con otras personas”

COCEMFE (Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica) acaba de celebrar su 40 aniversario. Desde la entidad sostienen que, a pesar de los avances, aún queda trabajo por hacer. Uno de los grandes retos es que las personas del entorno rural tengan los mismos servicios que aquellas de la ciudad “porque la discapacidad ocurre en todos lados, no sólo en las grandes ciudades”, según destaca Elena Antelo, directora gerente de COCEMFE . Y para ello la labor del voluntariado es imprescindible, una como la que hace Félix en un municipio de Zaragoza.

 

 En Entrevistas, PVE

MAURICIO H. CERVANTES

En 2012 la vida le cambió. Tras años de sufrir dolores en la espalda, literalmente insoportables, entró al quirófano. Sus vértebras estaban muy gastadas, y el dolor era crónico. La operación fue exitosa, pero le quedó una discapacidad física con la que tendrá que vivir para siempre.

Desde entonces, Félix Ralfas (Caspe, 1961) sólo puede trabajar los fines de semana. Pero es alguien que mira siempre hacia delante, y que ha encontrado en su experiencia una oportunidad para ayudar a otras personas.

Sobre cómo es la vida antes y después de una discapacidad física hemos charlado con él, que nos da una visión humana y positiva sobre los tiempos que corren.

Hablemos del voluntariado durante la pandemia.

Durante estos meses tan difíciles hubo mucha gente mayor que no pudo salir de casa. Yo como voluntario de la ASADICC (Asociación de Ayuda a las Personas con Discapacidad de Caspe y Comarca) les pude hacer la compra, les llamaba para saber si se encontraban bien, si necesitaban algo. A raíz de la operación que me cambió la vida sólo he podido trabajar los fines de semana como vigilante en una cooperativa de piensos. Me quedé con todo el tiempo libre durante el resto de la semana. Y me dije “¿por qué no ayudar a quien más lo necesita?”. Y así lo he hecho desde entonces.

Antes de la pandemia también ayudaba a montar eventos: organizar mesas, mover sillas, etcétera. Otras personas de la asociación realizaban una actividad muy bonita que era organizar excursiones para chicos con discapacidad, pero yo no puedo, porque mi cuerpo ya no me lo permite. Puedo andar, y agradezco poder hacerlo recto y no encorvado como antes, pero hay que admitir que el cuerpo yo no es el de antes después de una operación como la mía.

Lo más duro durante la pandemia ha sido…

Lo más duro para mí ha sido estar lejos de mi familia; haber visto poquísimo a mi hija pequeña. También la distancia con mis padres; no poder abrazarlos, no poder besarlos. Eso es duro, porque son cosas que por más que quieras hacer, no puedes; no debes.

¿Cómo es tener una discapacidad física en el mundo de hoy?

En mi caso hay un antes y un después. Me refiero a la operación. Pero tienes que cambiar el chip; tienes que adaptarte. Yo antes era una persona muy activa, no paraba de trabajar. También iba mucho al campo, arreglaba cosas. Hoy, sin embargo, la adaptación es la única solución. Ahora bien, las cosas ya no son como hace 40 años. Antes, con una discapacidad física te miraban como si fueses un bicho raro. Hoy ya no. Se ha adelantado mucho en ese aspecto. Tenemos muchos accesos y facilidades para las personas que utilizan una silla de ruedas, tanto en bares, supermercados, incluso en el autobús.

¿Ha sufrido discriminación por su discapacidad?

No. Por la operación de la espalda no. Pero sí por el tema del tartamudeo. Eso fue de nacimiento. Por supuesto, con mi familia no lo he vivido, pero con gente que no conocía sí. De crío sí que lo noté mucho. Ahora con la edad pues ya pasas de todo. Qué más da lo que opine la gente. Pero cuando eres un niño sí lo padeces y lo sufres. Como el que tenía cualquier otro tipo de condición o padecimiento. En mi caso era el habla, era tartamudo. Pero ya lo tengo muy asumido.

No obstante, para un crío es muy difícil. Por las bromas, por los comentarios. Los niños, por más que sean niños, pueden llegar a hacer mucho daño. Aunque lo hagan desde la inocencia.

¿Cuesta adaptarse?

Pues es como te lo he dicho antes, hay que cambiar el chip. Cuando sales de la operación crees que eres el mismo, pero no es así. Tu cuerpo ya no responde como antes. A partir de ese momento tienes que entender que, si quieres salud, tienes que cuidarte. Tienes que aceptar que todos los excesos que cometas los pagarás más adelante.

En mi caso, lo que más echo de menos es el trabajo. Me gustaba el oficio. Respecto a los hobbies, me gustaba mucho ir al campo. Mis padres tienen tierras y por ahí pasaba con el tractor, pasaba por donde los olivos, las hortalizas. Mi pasión era el tiro con el arco, incluso llegué a competir, pero lo tuve que dejar porque ya no lo podía hacer más, necesitaba de una fuerza que ya no tenía. Uno tiene que adaptarse, porque no hay peor cosa que estar dándole vueltas a la cabeza.

Dejé el tractor porque los dolores no me permitían seguir haciéndolo. Lo mismo con el arco, lo dejé en un rincón de la casa para los nietos (risas). Y es así, hay que pasar página. Uno tiene que buscarse otros alicientes, siempre hay que ser positivo y mirar para adelante. Aunque tengas dolor, hay que seguir; apartarlo y seguir de frente. Y eso hago con el voluntariado.

¿Cuál ha sido la anécdota más enriquecedora durante tu tiempo como voluntario?

Ver las caras de felicidad de la gente cuando has podido ayudar en algo. Los rostros de alegría en los niños es algo muy bonito. Mira, en los tiempos de hoy, en los que todo es prisa, ya nadie se detiene a ver y a disfrutar de las cosas pequeñas de la vida. Antes de la pandemia, se hacían más actividades (juegos o actividades de pintura) para las personas mayores por las calles del pueblo, o en el centro. Y al ver la alegría en ellas era una satisfacción muy grande.

¿Qué lecciones nos deja la pandemia?

Antes, hace 40 años, la distracción que había era pasar por delante del portal de un vecino y quedarse a charlar hasta las tantas con ellos.  Para mí la gran lección será que, cuando todo esto haya pasado, no se nos olvide que hemos tenido la oportunidad de ayudar al otro, de conectar de nuevo con otras personas. En esta vida hay que quedarnos con los raticos buenos.

Las personas somos los únicos que chocamos dos veces con la misma piedra. Espero que no se nos olvide que dentro de tanto caos hemos podido ver un poco de luz.

 

 

 

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