Voluntariado y género: el enfoque de emponderamiento

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Opinamos que es tarea de las propias organizaciones analizar de forma crítica la realidad y las causas de la desigualdad, la injusticia, la exclusión, la violencia… para poder actuar de forma coherente y eficaz sobre ellas, denunciándolas ante la sociedad y los responsables correspondientes.

Pero ésta es una actividad que lleva tiempo y gratifica menos, en lo inmediato, que la asistencia directa a las víctimas o a los colectivos más desfavorecidos de nuestra sociedad, aunque esto último es lo que se está promoviendo mayoritariamente, incluso desde muchas organizaciones.

Por tanto, esa solidaridad que se confunde con otras cosas, corre el riesgo de convertirse en una cuestión algo superficial y pasajera, una etiqueta o marca más con la que identificarnos (un producto de consumo) pero sin mucha continuidad ni calado real en la sociedad.

Al fin y al cabo, vivimos en la sociedad de la imagen y espectáculo, preocupada por la apariencia, y en este sentido ser voluntario o voluntaria queda muy bien.

Pues bien, si de la aportación de las mujeres a la economía solamente se reconoce y contabiliza su participación en el trabajo asalariado, si los derechos civiles y políticos prevalecen sobre los económicos y sociales, si además el mantenimiento de unos servicios sociales y aistenciales mínimos se pone en manos de organizaciones voluntarias, no hemos de extrañarnos que el paro entre las mujeres jóvenes, no sólo no decrezca sino que tienda a aumentar, ni de que entre las filas del voluntariado las mujeres sean mayoría.

La pérdida de los derechos sociales supone un importante avance de la desigualdad en todos los sentidos, pero sobre todo entre hombres y mujeres.

Para las mujeres supone menos trabajo remunerado y más trabajo no remunerado en el ámbito doméstico y en el social y público: menos participación visible de la economía y en la política, en el poder de decisión y manejo de los recursos.

En definitiva, todo nos conduce a equiparar las relaciones de género con una relación de poder-subordinación.

Para acercarnos a una igualdad de poder, aun manteniendo funciones y roles diferenciados, hombres y mujeres, pero sobre todo las jóvenes y voluntarias, han/hemos de ser muy conscientes de estas tendencias regresivas para plantear cómo seguir ejerciendo nuestro derecho y deber de participación.

El Tercer Sector puede ser el espacio en el que es posible ejercer este derecho y deber de la participación (que, creemos, ha de constituirse en un poder autónomo de las instituciones y con protagoniso propio de las esferas públicas) o, de otra manera, su acción se iría transformando en una forma de asistencialismo voluntarista, destinado a favorecer un mercado más desregulado o “libre”.

Y aquí llega la propuesta, que en realidad no es nuestra pero nos la apropiamos: el enfoque de empoderamiento.

Este término, que puede sonar algo confuso, no tiene nada que ver con la “toma de poder”; es una traducción directa y literal del anglosajón “empowerment”, surgido del activismo feminista de América Latina en torno a la búsqueda de la autonomía política de las mujeres.

Empoderamiento no es ni un poder, ni una forma de participación convencional: tiene que ver con la idea de la distribución o redistribución del poder.

Parte del reconocimiento del poder potencial que todas las personas tenemos como cualidad inherente, un poder cuyo ejercicio no resta poder a las demás personas sino que las coloca a todas a un mismo nivel para proponer, convencer, negociar, decidir, gestionar, etc… aplicando procedimientos en coherencia con el objetivo que se pretende alcalzar: la participación en igualdad.

Para ello el procedimiento necesariamente tiene que ser democrático y democratizador, descentralizado y descentralizante e involucrar a toda la ciudadanía en su modo de ejercerse.

Las mujeres estamos siendo las más afectada por estos procesos, por eso no podemos dejar de tomar la iniciativa y el protagonismo si somos conscientes de lo que todo ello supone.

Fragmento del artículo “Género y voluntariado” de Nuria Tovar e Inés García (IEPALA)

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