Pordioseros. Sobre la comunicación en las ONGD

 En Archivo, Nuestras Entidades

Reproducimos este artículo de Tere Burguillo en el que reflexiona críticamente sobre la comunicación en las Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD). Sus palabras probablemente también se pueden aplicar al tipo de comunicación que hacemos el resto de organizaciones.

Me animan los blogueros y blogueras de CiComunica para que escriba –y con especial ahínco esa persona que estáis imaginando-. Pienso que quizá hoy no sea un buen día y luego digo ¿por qué no? La mala leche actúa muchas veces de motor, igual que el vapor en las antiguas locomotoras. Entonces he pensado ¡qué caramba!, quizá sí sea un buen momento para empezar a escribir. También, confieso, deseaba íntimamente que aporrear el teclado aplacara mi ira. Así que allá voy.

Tengo el tema y el título: “Pordioseros”. Se supone que soy comunicadora, esto, por lo tanto, debería ser fácil para mí. Sin embargo llevo un buen rato bloqueada delante del ordenador, viendo parpadear el cursor, escribiendo y borrando, “esto no”, y borrando de nuevo, “¡fatal!, esto tampoco”. Por un momento he pensado “tengo un problema”, pero no, estoy equivocada: ¡tengo dos! Alguien estará pensando: pues cuéntaselo a tus amigos tomando unas cañas, como hacemos los demás. Pero es que durante las últimas semanas he tropezado con varias personas a las que les sucede algo parecido y todas tenemos algo en común, además de estos dos problemas: trabajamos en una ONGD, con D de Desarrollo.

Mi primer problema es que he olvidado contar, no “hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo”, como dice Benedetti. Sólo me salen palabras extrañas, incomprensibles para la gente que me rodea, incluso para mí, si me paro a reflexionar sobre ellas. Términos como ejecución, marco lógico, insumos, indicadores, trasversales… –ahora que las veo escritas parecen sacadas de un manual de carpintería-. Pequeñas piezas que levantan un muro entre el mundo de las ONGD, del que formamos parte unas pocas personas, y el resto de la humanidad, que son la inmensa mayoría. Mientras nos avergonzamos y pedimos que se derriben unos muros, lejos de aquí, levantamos otros en la puerta de casa. Me asusto: ¡yo trabajo en comunicación!, ¿cómo es posible que tenga dificultades para comunicarme? ¿Qué nos ha sucedido?

Mi segundo problema es que mido tantísimo las palabras, buscando no ofender y complacer a todas las personas que puedan leer esto, que es poco probable que de aquí salga algo interesante. Se ha extendido una hipersensibilidad tan extrema a cualquier comentario “disidente” del discurso dominante dentro y fuera de las ONGD que cuesta desprenderse de estos asfixiantes corsés que nos hemos colocado en los últimos años para evitar ser tachados de “radicales” y “descarnados”, cuando no de “radicalmente descarnados”. “Es que fulanito, es muy crítico” y entonces, o te sacan directamente de la escena o te convierten en espectáculo, echándote a la arena para que te devoren. Esa etiqueta de “persona crítica”, con tan buena prensa no hace tanto en nuestro sector, ahora parece incómoda y, en cierta manera, sentimos haber pagado el precio de haberlo sido en algún momento. Pero no pondremos ejemplos, no vaya a ser que denieguen la subvención o que en nuestra ONGD nos manden al cuarto de la fotocopiadora.

Hay miedo, sí, miedo a las palabras –por eso el lenguaje de la cooperación es un lenguaje tan críptico y empobrecido-, miedo a hablar –por eso hay tan pocos discursos sinceros y creativos-. Algunos pensarán ¡pero qué dice!, otros, muchos, estoy segura, saben de qué hablo. Y los tiempos que se avecinan no serán mejores ahora que los ERE también comienzan a llegar a las ONGD. Pero de esto tendremos tiempo de ocuparnos.

Tere Burgui en CiComunica

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