Luciano Poyato, presidente de la PVE y de la PTS

“Un PIB alto no es sinónimo de prosperidad para todas las personas”

 En Entrevistas, PVE
Luciano Poyato comenzó en el Tercer Sector a través de UNAD

A las diez de la mañana apura su segundo café con leche. “Ahora no tomo muchos”, asegura Luciano Poyato Roca, mientras da vueltas a la cucharilla y escucha al periodista con esa atención plena que cultiva desde hace años. Luciano preside la Plataforma del Voluntariado de España desde 2009, una labor que compagina con la presidencia de la Plataforma del Tercer Sector hace ya una década. En la base de todo, late el compromiso inquebrantable con UNAD, la casa madre que transformó su mirada sobre el mundo.

Ingeniero agrónomo, exhibe con orgullo el carné de Cartagena aunque -por razones laborales- pasa más tiempo en Madrid, ciudad donde defiende los intereses de más de 28.000 organizaciones sociales. “Siempre madrugo mucho”, responde cuando le preguntas si tiene tiempo para todo. Nómada, a la fuerza, cada fin de semana regresa en tren al Mediterráneo, el hogar del que nunca se ha ido.

Ingeniero agrónomo y ahora cabeza visible del Tercer Sector. ¿Cómo explica estos saltos?

Así es la vida. Soy de la primera promoción de Ingeniería Agrónoma de la Politécnica de Cartagena. A finales de los ochenta había un grupo de madres y padres, principalmente madres, en el ‘Colectivo La Huertecica’. Eran familias que tenían problemas con la heroína. Les donaron una finca de unas nueve hectáreas de terreno para conformar un centro ocupacional. A mí me llamaron para ponerla en valor creando, por ejemplo, ensayos de variedades de cultivos, pero al poco tiempo me di cuenta de que aquellas personas necesitaban mucho más.

¿Ahí surge su implicación?

Mi implicación venía de antes. Uno de mis primos, de mi misma edad, murió muy joven por problemas con las drogas;  yo no me lo podía explicar. A partir de ahí, empecé a adquirir una formación distinta, enfocada hacia la psicología. Viajaba a Madrid una vez al mes para recibir formación específica de psicoterapia. Poco a poco, el ‘Colectivo La Huertecica’ se profesionalizó, contaba con especialistas en psicológica, trabajo social, educación social, profesionales de la medicina….. Fue una experiencia muy enriquecedora. Participar es la mejor manera de poder cambiar por dentro. Yo creo en el “actúa para que cambien las cosas”.

¿Y luego?

Empecé a dirigir un Centro de Día. Luego, impulsé la creación de empresas de inserción y finalmente me ocupé de la gerencia de la Asociación, donde atendíamos a personas con muchas necesidades y con vidas muy desestructuradas. A mitad de los noventa, notábamos que muchas lograban salir de las drogas pero cargaban con graves patologías asociadas, como la hepatitis C,  el VIH… De nuevo, me reencontraba con la realidad de la muerte. Me especialicé en hacer acompañamiento a personas que vivían bajo el estigma, que eran culpabilizadas y yo me enfrentaba a todo aquello con mucha rebeldía.  Luego me di cuenta de que podía vivir todo aquello con serenidad y aprender. De todas las personas se aprende, especialmente, cuando al otro lado está la muerte.

¿Cuándo deja la Región de Murcia por Madrid?

Nunca me he ido de Cartagena. Estoy allí casi todos los fines de semana. En 2003, yo era vocal en la Región de Murcia en UNAD y me propusieron la presidencia de la entidad. Es decir, luchar por los derechos de las personas con problemas de drogas. Llegué con mucha energía, la misma que tengo ahora y espero que dure mucho más. Cambié unas vivencias por otras pero nunca he renunciado ni renunciaré a mis orígenes.

De eso hará 20 años. ¿Cómo ha sido la evolución de UNAD?

UNAD ha crecido muchísimo pero hay obstáculos que han dificultado su evolución. Uno de ellos es la obtención de financiación. En otro capítulo, está la situación de las mujeres con problemas de adicciones que sufren injustamente por cargar con mayor estigma y llevamos años denunciándolo. Por otra parte, se dice -y es cierto- que ahora hay menos muertes por drogas que en otras etapas. Pero no nos engañemos. El problema sigue ahí. Además, las adicciones son otra pandemia en nuestra sociedad. Y bueno, en estos años nos hemos enfrentado a la Ley de Seguridad Ciudadana que era y es un desastre… En el lado positivo, está la labor que realizan las personas voluntarias de UNAD o el trabajo que viene desarrollando desde hace años el equipo que conforma la Junta Directiva.

Desde 2009, ocupa la presidencia de la Plataforma del Voluntariado de España.

Coincidió con un momento personal muy malo porque acababa de fallecer mi padre y me dejó un vacío enorme. Con mis nuevas tareas he perdido ese estrecho contacto que mantenía con la gente pero, a cambio, vivo experiencias que inciden positivamente en las personas que más sufren.  Eso es gratificante.  El voluntariado nos aporta otra manera de mirar. Creo que la solidaridad es un valor fundamental en estos momentos y desde luego, los gobiernos deberían conocer de cerca el valor de las personas voluntarias en el siglo XXI. Están transformando realidades desde el compromiso, desde la participación; eso no se sabe.

Precisamente este año se les concedió el sello MUNDO VOLUNTARIO 2030, un acontecimiento excepcional de interés público que supondría un empuje y mayor visibilidad para el voluntariado ¿Qué ha pasado finalmente?

Pues que aún no se ha puesto en marcha. Parece que la burocracia está ralentizando todo el proceso y es una pena porque llevamos diez meses perdidos.

Recientemente usted decía: “No podemos consentir que haya más de diez millones de personas en nuestro país en riesgo de exclusión social”.

También dije que la mitad de la población española no llega a fin de mes. Queda mucho por hacer. Hay mucha vulnerabilidad, ahora acrecentada por la inflación.

¿Y cuál es la solución?

Tendría que existir un organismo específico que se ocupara de valorar el impacto social de determinadas decisiones legislativas. Cada vez que se redacta una ley es necesario medir su efecto sobre los grupos más vulnerable. Hay que entender que un PIB alto no es sinónimo de prosperidad para todas las personas. En este país, ya lo hemos visto. Antes de 2008, también teníamos a muchas personas en situación de pobreza.

¿Cree que la juventud, en general, está concienciada con el voluntariado?

Ahora hay más solidaridad. Hay mucha gente joven que es solidaria en este país.

En estos días se cumplen diez años desde la creación de la Plataforma del Tercer Sector, ¿cuál es el balance?

Su papel en estos años ha merecido la pena. En 2012 se unieron las siete organizaciones más representativas de lo social con el único propósito de tener una voz unitaria que trasladara las situaciones complicadas que se estaban viviendo, que han sido muchas. Me quedo con todos los logros que hemos conseguido: la consecución del fondo social de viviendas, la aprobación de la ley del Tercer Sector, la actualización de la Ley del Voluntariado…

El voluntariado, en concreto, ha sido la gran malla de contención en todas las crisis. Hay que entender que la solidaridad es mucho más que “buenrollismo”; es un compromiso serio que debemos cultivar en las sociedades occidentales. Si no favorecemos una cultura de voluntariado, o lo que es lo mismo de solidaridad, una cultura de empatía con el Planeta y con quienes lo habitan, la codicia y el egoísmo ocuparán todo el espacio. La pregunta es: ¿qué tipo de mundo queremos fomentar?

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