Por Talía Estévez
Tenía 20 años, mucho que aprender y aquel viaje le abrió «los ojos del alma» y dejó una huella imborrable en su vida. En estas dos décadas su implicación social ha evolucionando tanto que ya no hay diferencia entre el Pedro trabajador y el activista.
¿Cuál ha sido el último viaje de cooperante que has hecho? ¿Cómo ha evolucionado tu implicación desde aquella vez en Bolivia hasta esta última?
Marruecos ha sido mi último destino, viajé con un grupo de voluntarios que coordinamos desde aquí. La evolución entre la primera y la última vez es que ahora estoy mucho más convencido del sentido que tienen los programas de voluntariado internacional. Sé de la importancia de crear un mundo globalizado en el buen sentido: un mundo en el que la gente joven de Europa se implique, que tienda puentes entre distintas culturas. Es increíble que con 19 o 20 años tengas la oportunidad de viajar conocer otras realidades, es clave para formar otro tipo de corazones; valientes e implicados, que sean capaces de jugársela por los demás.
Ahora soy consciente de lo necesario que es integrar y atender a la parte baja de la pirámide que son muchos miles de personas repartidas por el mundo en situación de vulnerabilidad. Cuando viajo lo hago desde otra posición, con el deseo de crear nuevas redes de contacto que nos conecten con entidades locales. En definitiva, estoy convencido del sentido de todo esto, pero mi energía sigue intacta.
¿Qué proyectos estáis llevando a cabo ahora mismo?
A nivel nacional, trabajamos en Zaragoza en distintas zonas, con personas y colectivos muy distintos. Además tenemos dos proyectos internacionales, uno en Bombái en La India y otro en Tánger, Marruecos. En ambos utilizamos el deporte como vehículo integrador de niños y jóvenes en exclusión. Estamos trabajando mucho por involucrar a las instituciones y organizaciones locales, para que estos proyectos no se queden en algo puntual, sino que echen raíces y permitan que esos chicos y chicas crezcan en unas mejores condiciones sociales.
¿Qué inquietudes percibes en las personas voluntarias que participan en vuestros proyectos?
Veo que no damos abasto. Cualquier proyecto que ofrecemos ya sea de de personas sin hogar, deportivo, internacional, con personas migrantes o con discapacidad, llenamos los cupos. Lo que veo es que la gente joven tiene muchas ganas de darle un sentido a su vida, tienen mucha energía, una mente más abierta. La juventud está virgen de decepciones vitales, por lo que todo lo que hacen lo hacen con una entrega y una ilusión tremenda.
Veo también muchas ganas de cambiar el mundo en el que vivimos. Y por otro lado tienen otro propósito de reivindicar su sitio, decirle al resto que no están solo para estudiar, ganar dinero o hacer botellón, que tienen mucho más que ofrecer. En general hay un compromiso muy alto. Por eso es muy importante cuidarles, hablar con nuestros voluntarios, motivarles, volver a ilusionarles si hay desgaste y por supuesto, reconocer su labor y entrega.
El deporte está muy integrado en vuestros programas de voluntariado, ¿de qué manera?
Tengo que reconocer que el deporte dentro de nuestros proyectos tiene bastante que ver conmigo. Soy una apasionado del deporte, del fútbol sobre todo; me ha aportado muchas cosas positivas en mi vida, por eso he querido utilizarlo también en la actividad de la organización.
El deporte es salud física y emocional, es forjar el carácter, las relaciones sociales. Tanto en el barrio de El Gancho de Zaragoza como en Bombai o Tánger tenemos proyectos sociodeportivos. En estos proyectos el objetivo es reducir el fracaso escolar a través del deporte, en primer lugar. Y en segundo, dando apoyo en los estudios. El deporte es una herramienta que nos permite conectar mucho mejor con los chavales, les ayuda a empoderarse, a construir su personalidad; ayuda mucho a trabajar el respeto, las normas, la disciplina, la pertenencia a un equipo. En definitiva, permite a todos los que participan en nuestros proyectos, autoconocerse y conocer también el mundo que nos rodea a través de valores tan importantes como el esfuerzo, el talento o el compromiso. Sin olvidarnos de la gestión de las emociones y de la derrota y el fracaso.
El pasado verano se consolidó el volunturismo como una tendencia, ¿Qué opinas de ella?
Me ayuda mucho a reflexionar sobre nuestro proyectos y sobre lo que hacemos. Me ayuda a definir mejor el mensaje y volver a elaborar el relato de por qué montamos esto. Esa reflexión la volcamos en las formaciones que hacemos antes de un voluntariado internacional. Transmitimos el mensaje de que esto es una experiencia transformadora, no es ir a un destino, vivir allí tres semanas, hacerme fotos y a la vuelta decir: «he recibido más de lo que he dado».
No es eso. Nosotros insistimos en que el objetivo es abrir los ojos, mirar a la gente de igual a igual. Tener claro que la formación no nos hace mejores personas, tenemos que escuchar, convivir. Un voluntariado internacional hay que tomárselo como el pistoletazo de salida para una nueva forma de ver la vida. Una vida con mayor compromiso y agradecimiento, dejando atrás las quejas.
Si se sabe aprovechar, realmente es una lección increíble que cambia tu forma de enjuiciar lo que pasan. Creo que hay que ver el lado positivo de este tipo de viajes y tratar de que siempre que se hagan sea de forma transformadora.
¿Qué puedes decir ante los discursos del odio que tanto escuchamos en estos tiempos?
Hechos, no palabras. La clave para evitar estos discursos es formar, educar, sensibilizar ante los problemas de los demás. No juzgar desde la Atalaya. Es muy importante fomentar valores como la generosidad, la valentía, el coraje. Es necesario que las personas no nos encerremos en nosotras mismas, que conozcamos, viajemos y nos pongamos en la piel del otro, porque esa vivencia nos va a proteger de toda la porquería que escuchemos. Tengo la certeza de que no hay clases sociales ni privilegios, simplemente somos personas. Con esto no quiero promover el discurso del buenismo sin más, todo lo contrario: pretendo promover el compromiso. Si queremos trabajar el mañana, tenemos que remangarnos.
#LivingForOthers es el slogan que utilizáis, ¿es una forma de sentir el voluntariado?
Es más que una forma de ver o sentir el voluntariado, es una forma de vida. #LivingForOthers es el espíritu con el que te levantas por las mañanas, una vida de servicio para los demás. Se ha convertido en algo más que un slogan para promover el voluntariado en la organización, va más allá. Me parece importante dejar este mensaje en el mundo, intentar que todas las personas, estén donde estén, tengan la voluntad de vivir plenamente ayudando al de al lado. Y cuando lo haces y dejas de pensar en ti, la vida se vuelve sencilla: dejamos de atacarnos por tonterías, realmente merece la pena. El voluntariado es una de las mejores formas de llevar a cabo este Living for others, es la energía de la buena gente.