Entrevista a José Luis Gaitán, voluntario de Psicología sin Fronteras

“En España, ser maltratador es muy fácil y sale barato”

José Luis Gaitán lleva 15 años haciendo voluntariado. Desde Psicología sin Fronteras, su segunda casa, lidera un equipo profesional que ofrece apoyo psicológico a personas en situaciones límites: desde mujeres maltratadas, hasta víctimas de desahucios, pasando por menores que han vivido graves traumas. En definitiva, personas que necesitan una voz amable para paliar las violencias de este mundo.

 En Entrevistas, PVE

¿Por qué decidiste hacerte voluntario?

Entré de una forma altruista, con objetivos genéricos, de quiero cambiar el mundo, hacer un mundo más justo, más solidario. De los objetivos que tuve al principio a los que tengo ahora …. Después de más de 15 años, tienes los pies en la tierra y más centrados .

¿Y por qué en Psicología sin Fronteras?

Pues fue de rebote. Yo trabajo en Informática y Telecomunicaciones, entré para echarles una mano en la página web pero viendo las necesidades  que tenían, yo, que soy un “chico de la calle” y que me gusta estar en la calle, con la gente, quise mezclar ambas cosas y de ahí surgió este grupo.

¿Has hecho voluntariado en otras organizaciones?

Sí, pero el más activo ha sido aquí. También estuve en Cruz Roja, Intermon, colaboro en lo que puedo con ACNUR. Además ayudo muchísimo a asociaciones que trabajan con dos enfermedades que para mí son muy especiales : el cáncer y el alzheimer.

¿En qué consiste tu labor en Psicología sin Fronteras?

En concreto, nuestro grupo se llama Psicología a pie de calle y surgió con la crisis que barrió a la clase media en España. Por un lado, vimos que la psicología era más necesaria que nunca, y, por otro, que en muchos casos al ser un servicio de pago, se ponía restricción a mucha gente. Entonces, en vez de esperar a que la gente viniese al psicólogo fuimos nosotros a la calle, junto a gente que lo necesita.

¿Realizaste alguna preparación para hacer este voluntariado?

Yo tenía una base, por mi voluntariado en otras asociaciones con las que había colaborado pero era una base general. Cada asociación necesita una formación específica dentro de su ámbito. En este caso, realicé primeros auxilios psicológicos, una formación más centrada en estas necesidades. Pero también está lo que aprendes de la experiencia, de trabajar con la gente: a empatizar, a sacar los problemas… La gente no suele tener facilidad para contarle sus cosas a gente desconocida.

¿Qué actividades lleváis a cabo en la actualidad? ¿Son las mismas que al principio?

Han cambiado porque este grupo nació durante la crisis de 2008. Hacemos muchas labores, pero nosotros nos hemos centrado por necesidades en asistencia en desahucios y en violencia de género, aunque sin dejar de colaborar en otros problemas sociales.

En violencia de género, yo no suelo participar de entrada, porque una mujer que ha sufrido malos tratos necesita un entorno seguro, lo que menos quiere hacer es hablar con un chico. Por ello, tenemos un equipo de psicólogas que hace un primer acercamiento y yo me quedo en un segundo plano.

¿Cómo actuáis en los casos de desahucios?

Lo llevamos en varias fases. Por ejemplo, colaboramos con la Plataforma de los Afectados por las Hipotecas donde se reúnen personas pendientes de desahucio; estamos integrados en ese grupo para escuchar a la gente. Hay quien te llega y te dice, “me van a desahuciar mañana” , hay quien tiene crisis de ansiedado o quienes no saben cómo reaccionar. Nosotros estamos allí para dar primeros auxilios y estabilizar, darles la fuerza necesaria y el aliento para enfrentarse a la situación.

Luego también estamos en el proceso del desalojo como tal, intentando mediar con el banco para alargar la fecha de desahucio y conseguir más tiempo, estando dentro con la familia mientras fuera están negociando… Dependiendo del proceso, por ejemplo, podemos estar ayudando a la persona a encontrar una solución ocupacional, a gestionar la ansiedad, el miedo, la inseguridad. También, en algunos casos, hay menores.  En esa circunstancia estamos para que no vean lo que está pasando o para explicarles por qué ocurre eso.

¿Tienes alguna experiencia que te haya marcado?

Cada caso.  Un niño de 8 años que no ha comido en 10 días… Hay días en los que me he ido llorando de impotencia a casa y no he podido dormir. Otros te vas pegando saltos de alegría porque has arreglado un problema o porque con tus recursos puedes poner un parche.

Hace poco, un matrimonio con dos hijos menores, vinieron a ver si podíamos ayudarles porque llevaban viviendo debajo de un puente desde hacía semanas. Lo primero fue intentar que explicaran  el caso, cómo han llegado ahí, qué necesitan,… Lo importante es la ayuda urgente como la comida, en este caso, llevaban más de una semana sin comer. Yo les quise invitar a cenar en un burguer para hablar allí y así aprovechar para que comieran, pero se negaron porque llevaban 10 días tomando agua con azúcar y no podían tolerar la comida. Otro de los problemas era que ellos vinieron a trabajar en la construcción desde Rumanía, perdieron su trabajo y se encontraron en la calle. No tenían dinero para comer y tampoco para volver . Estuve durante toda la madrugada intentando contactar con la Embajada para que les ayudará y al final lo logramos.  Se ocuparon de sus gastos de viaje a Rumanía.

Y con estas realidades ¿qué necesidades observas en la sociedad actual?

Es muy duro decirlo, pero en España,  ser maltratador es muy fácil y sale más barato. Lo hemos visto en las últimas sentencias que se han dado, tiene más castigo robar una barra de pan que cometer una violación. Por eso vemos que falta mucha educación. No solo por cambiar el lenguaje va a cambiar la sociedad. Hasta hace relativamente poco vivíamos en un país en el que casi era normal maltratar a una mujer, si había algún problema.

En el caso de los desahucios, es vergonzoso comprobar como el sistema judicial deja a familias enteras en la calle sin pensárselo dos veces. No digo que sea justo que una persona que no paga una hipoteca no le hagan un proceso, pero nunca un menor debe estar en la calle, ni una persona discapacitada. Debe de haber una solución habitacional, hasta que esa persona encuentre un alquiler o algo similar.  No puede ir directamente a la calle.

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