Elisa Matilla, trabajadora social en ACCEM Valladolid

“El voluntariado es una herramienta buenísima para la concienciación social”

En la última semana han llegado a España veintiocho familias afganas. 160 personas (50 menores) más han huido de Pakistán en busca de un lugar seguro, en busca de una realidad en la que poder caminar con tranquilidad. Con estas últimas llegadas, las personas refugiadas en nuestro territorio provenientes del país asiático ya superan las dos mil. Un cuentagotas que no ha parado desde que Afganistán empezó a ocupar las portadas de la prensa mundial el pasado agosto.

Afortunadamente, vivimos en un país solidario, repleto de entidades que se desviven por y para el bienestar de las personas. En muchas ocasiones, nutridas de voluntarios y voluntarias que dan soporte.

 En Entrevistas, PVE
Por Tatiana Ojeda Bermúdez

Una de estas entidades es Accem, una organización nacional que se dedica a mejorar la calidad de vida de personas en riesgo de exclusión social. Especializada en personas migrantes, Accem también trabaja con otros colectivos. Su objetivo principal es que se respeten los derechos fundamentales de las personas.

Elisa Matilla es una de las trabajadoras sociales de Accem en su sede de Valladolid. Actualmente se dedica a la gestión de los pisos de acogida de las personas que solicitan protección internacional en Castilla y León. Matilla ha colaborado en la adaptación de la familia refugiada afgana que llegó el pasado agosto a la ciudad. Durante la entrevista, Elisa incide en que no sólo existen personas refugiadas de Afganistán, sino que hay muchos países del mundo en situación desfavorable y debemos prestarles la misma atención: “Las personas vulnerables están ahí y no podemos olvidarnos de ellas”, comenta.

¿En qué momento descubrió que se quería dedicar a ayudar a personas en esta situación?

En mi caso surgió de manera natural. Yo me acerqué a Accem a través del voluntariado, siempre me ha interesado conocer otras culturas, conocer otras personas de diferentes países y empecé a colaborar dando apoyo en las clases de español. Una vez que fui conociendo más la entidad, surgió una oportunidad laboral y desde entonces trabajo con personas migrantes o refugiadas.

Una de las actuaciones más recientes con personas refugiadas ha sido la llegada de familias afganas a España. Concretamente, una de ellas, llegó a Valladolid…

Efectivamente, en Valladolid ya tenemos una unidad familiar, formada por una pareja y un menor. Desde Accem, nuestra intención es integrarlos, igual que se hace con cualquier otra familia que llega de otro país. En este caso sí es verdad que fue un poco más laborioso organizar su llegada porque bueno, como hemos visto por los medios de comunicación y demás, ha sido muy rápido y las gestiones también ha habido que agilizarlas. Esa fue una de las principales diferencias con el resto de las familias, la rapidez y la inmediatez con la que ha habido que trabajar, preparar un alojamiento para ellos, que estuviera adecuado a sus necesidades.

¿Cómo fue el proceso de llegada de esta familia?

Lo primero es que las personas se sientan seguras en el dispositivo de acogida, puesto que venían de una situación complicada. En los primeros momentos, se intenta generar un vínculo con ellos, se establece un contacto para que tengan una cara que le sirva de referencia. Esto se realiza más o menos al día siguiente o a los días, una vez que ya hayan descansado, sobre todo físicamente, porque el tema emocional va a llevar más tiempo, claro. Después empezamos las gestiones propias del programa en el que hay que realizar una serie de trámites administrativos para oficializar su estancia. Ellos son participantes del sistema de acogida para solicitantes de protección internacional y eso está financiado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad y Migraciones. Entonces hay que realizar una serie de gestiones administrativas.

¿Y qué ocurre tras esas gestiones administrativas?, ¿Cuál es el siguiente paso?

Una vez que pasan los primeros días, se les informa sobre todo de en qué programa están y cómo les vamos a apoyar, y que vamos a hacer trámites del día a día. Por ejemplo, la gestión del empadronamiento, la gestión de la tarjeta sanitaria y escolarización en caso de que haya menores, como ha sido este caso. El objetivo principal es que estas personas se vayan acercando a la nueva ciudad en la que están, y vayan normalizando en la medida de lo posible su nueva vida.

¿Cuál diría que es la gestión más importante para la adaptación de las personas refugiadas?

Enseñarles el idioma, sin duda. Por ejemplo, esta familia necesita siempre traductores, porque no hablan nada de español. Entonces, intentamos enseñarles lo básico porque el fin es fomentar su autonomía y respetar un poco su individualidad. No olvidemos que son personas que venían de realizar su vida de manera independiente y que de un momento a otro se les ha provocado por una situación sobrevenida. No las queremos tratar como niños. Siempre los acompañamos, pero sin perder de vista que son personas autónomas. Ojalá que dentro de unos meses puedan desarrollar su día a día y tengan herramientas para hacerlo ellos solos.

Por lo tanto, el trabajo que se hace desde Accem es un acompañamiento.

Claro, y siempre respetando los tiempos de cada persona en las situaciones emocionales y fomentando que no se lo hagamos nosotros, que, aunque los acompañemos, sean conscientes de lo que están haciendo. La idea es que siempre se sientan acompañados, orientados e informados sobre cuestiones tanto más materiales como esenciales como pueden ser manutención y una casa, pero sin perder de vista las emocionales, las herramientas para la vida diaria que necesitan también.

¿Y cómo se ve la evolución de esta familia?, ¿Es favorable?

Todavía no llevan ni dos meses con nosotros y la verdad que el trabajo con ellos está resultando extremadamente reconfortante. Vienen con una actitud muy buena y con muchas ganas de empezar de nuevo aquí. Y bueno, la evolución dentro de poquito tiempo que llevamos está siendo muy buena, a pesar de la barrera del idioma, que es súper importante. Ellos hablan farsi y es complicado encontrar a intérpretes aquí en Valladolid.

¿Cómo es la colaboración de personas voluntarias en estas acciones con personas refugiadas. ¿Qué tipo de voluntariado se realiza desde Accem?

Nuestro objetivo es que los voluntarios y voluntarias encuentren una labor con la que se sientan bien. Conocemos a la persona para que nos cuente qué expectativas tiene o qué motivación, en qué le gustaría colaborar y qué conocimientos tiene o qué aptitudes. Aunque es cierto que donde más voluntarios tenemos y donde más fácil es encajar es en el apoyo a las clases de castellano, porque, como he comentado antes, es el pilar fundamental para la integración. Nosotros tenemos un servicio de formación en el idioma que es bastante intenso y en el que tienen clases diarias, aunque sea una conversación informal con una persona voluntaria para compartir un ratito de su tiempo por la tarde, les sirve de complemento. En el caso de la familia afgana en la que nos centramos, están empezando ya a acudir a clase de español y y todavía estamos intentando gestionar que tengan también una persona para apoyo escolar en el caso del menor.

En la sociedad actual todavía hay un porcentaje elevado de personas que no aceptan esa labor de integración para personas migrantes que llegan a España. ¿Por qué cree que es importante continuar con este tipo de trabajos?

Considero que es imprescindible porque los derechos de las personas son incuestionables. No permitir más que ese tipo de ideología cale y que y ni por un segundo nos planteemos no respetar los derechos fundamentales de cualquier persona, sea cual sea su origen, creencia u orientación sexual o cualquier otra característica. Y luego me parece que es fundamental también porque, al final, cuanta más visibilidad demos a estos programas menos miedo a lo desconocido habrá.

¿Diría que el voluntariado contribuye a mejorar esta visión?

Por supuesto. El voluntariado me parece una herramienta buenísima para la concienciación porque la persona voluntaria recibe también un feedback muy importante. Al final también están aprendiendo un montón en cuestiones muy importantes de la vida. Ayudando, ellos y ellas están conociendo aspectos de otras culturas que son súper interesantes y te hacen ponerte un poco en la piel de la otra persona, verlo como menos lejano y empatizar en muchas situaciones. Nos parecemos más de lo que pensamos.

El voluntariado ayuda a abrir la mente…

Claro que sí, el voluntariado nos ayuda a salir “de la caja”. Ves en primera persona lo que antes veías por la televisión, pones a las personas nombre y apellido, conoces su historia, su familia y conoces a sus hijos. Al final te das cuenta de que no se diferencian tanto de tu familia. Conoces sus miedos, sus preocupaciones y sus alegrías.

Además, desde Accem se trabaja no sólo a nivel gubernamental, sino también con personas que acuden de forma individual solicitando apoyo…

Claro. En mi caso, el programa en el que trabajo son derivaciones a través del Ministerio de Inclusión, Seguridad y Migraciones., porque colaboro en el programa de protección internacional pero en Accem trabajamos con todo tipo de colectivos en riesgo; menores, mayores, salud mental… Y a parte de este programa de protección internacional hay programas autonómicos a los que tiene acceso cualquier persona que necesite una orientación o formación. Trabajamos para que tengan una oportunidad de prosperar y para que, si son migrantes y quieren seguir en España, puedan continuar de manera independiente.

¿Hay algo más que le gustaría compartir con El Periódico del Voluntariado?

Sí, me gustaría comentar que, aunque ahora mismo Afganistán está más en boca de todos, no debemos olvidar que hay muchos otros países en los que la situación es complicada. Y cuando esto pasa, hay muchas entidades sociales que trabajan muy intensamente con este tipo de colectivos. Las personas vulnerables están ahí y no podemos olvidarnos de ellas. Tenemos que ayudar.

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