“Cuando lo subversivo es pensar”

 En Opinión, PVE
FERMÍN NÚÑEZ, PERIODISTA

Llámenle menudencia, nimiedad, nadería… díganle bagatela, fruslería, sobra. Una miseria en comparación a las grandes causas que convierten en héroes y heroínas a quienes -sin conocer qué es el egoísmo-, terminan engrosando las páginas de la historia solidaria mundial y se hacen merecedoras, como poco, de un Nobel de la Paz.

¿Quiénes son ustedes al lado de ellas y ellos? ¿Qué podrían hacer ustedes para siquiera pretender parecérseles? Ya se lo respondo yo: NADIE. NADA.

Pueden bloquearse todo lo que quieran, pero cada vez que se vean tentados a desechar sus buenas emociones, párense un momento a pensar…

Cada bolsa de plástico a la que renuncian en el super, cada trayecto que hacen en su bicicleta, cada grifo que cierran prematuramente en su casa, cada bombilla de cada habitación vacía que ustedes apagan, cada niño o niña que sacan al parque a jugar, cada coliflor cultivada cerca de su casa que compran ustedes en invierno, cada melón de la zona que adquieren cuando llega este calor, cada etiqueta que se ha tomado la molestia de leer para ver si su miel es miel o es una especie de sirope traído de Asia, cada vez que han dejado aparcado el coche porque lo que les apetecía era pasear… No les digo nada de cada animal rescatado, cada bote, etiqueta, cuerda o cigarro que ustedes han recogido en una playa, o cada semilla que hayan plantado con sus propias manos…

Todos y cada uno de esos simples y peregrinos gestos han sido actos subversivos contra una realidad que ha acabado poniéndonos fácil nuestro suicidio como especie. Nunca lo olvide porque tiene dos opciones: ser de quienes se sientan a esperar la destrucción, o ser de quienes desean que el mundo dure. Si quiere usted parecerse a los y las grandes activistas que admiramos, de verdad se lo digo, fíjese en lo cotidiano: estas fruslerías son actos heroicos que salvan nuestra especie.

Ahora nos hablan desde el Gobierno de las bondades de aminorar el consumo de carne, describiéndonos los problemas derivados de la superproducción ganadera. Un tema que -estés o no de acuerdo-, podría llevarnos como sociedad a un interesante debate sobre los modelos de consumo, sobre nuestra responsabilidad como consumidores, y nuestra responsabilidad como conciudadanos con quienes se dedican a la explotación ganadera. Pues como casi todo lo que afecta al modelo económico, esta advertencia ha derivado en la llamada “guerra de la carne”, o lo que es lo mismo: el reduccionismo más zafio por parte de los partidos, que hace décadas que huyen de los debates serios y fundamentados para acabar hablando de chuletones al punto o sacando fotos de sus barbacoas en Twitter.

Porque sencillamente, han descubierto la forma de engañarnos para poder hacer bandos, para tenernos en sus filas, para aborregarnos y meternos en sus rediles por la vía del meme, del golpe de efecto en Twitter y de la declaración boba que abre los informativos. Ya saben cómo polarizarnos, recurriendo a lo fácil, al chascarrillo del día que comentamos en la terraza del bar: todo ello es para evitar que reflexionemos sobre una realidad que nunca es blanca o negra como pretenden hacernos ver. Porque si vemos los grises significa que aún pensamos por nosotras mismas. Y eso a su vez significa que aún somos invencibles.

Desde aquí les propongo un nuevo juego: prueben a escuchar voces diferentes, a contrastar sus primeros impulsos, a desencadenarse de la verdadera conspiración que es el adoctrinamiento permanente al que unos y otros pretenden someternos. Una vez más, prueben a ser subversivos contra esta realidad.

Enhorabuena, son ustedes heroicos y no se habían enterado.

Ya se lo digo yo, que para eso estoy.

 

Las opiniones vertidas en los artículos de opinión de El Periódico del Voluntariado corresponden a los autores y autoras de los textos.

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