POR LAURA MONTALVO
No es fácil estos días hacer que Juan pare un momento. A su ajetreada agenda se une ahora tener la responsabilidad de dirigir el primer centro de España para personas con sintomatología leve de COVID-19, en la localidad de Gea de Albarracín (Teruel), desde donde nos atiende.
¿Qué supone ese centro? ¿Cómo surgió ponerlo en marcha?
Esto era un antiguo convento que se fue remodelando con la ayuda del IRPF para convertirlo en residencia. Ahora es una auténtica joya, ha quedado muy bien y está muy bien equipada. Desde Cruz Blanca pusimos estas instalaciones a disposición del gobierno de Aragón ante esta crisis sanitaria para colaborar y hacer lo que hiciese falta. El Gobierno decidió que fuese un centro de emergencia para atender a enfermos de Covid-19 en esta comunidad autónoma.
Este tipo de centros ayuda a paliar la saturación de los hospitales y también de las residencias. Atendemos a gente que no necesita ya estar en centros hospitalarios pero está contagiada. Aquí todo el mundo que viene tiene la enfermedad, así que no trabajamos con esa tensión que se tiene en residencias de si estará o no contagiada la persona. Aquí sabemos que todas lo están. Ahora mismo hay once personas y vamos a acoger a 50. Estamos demostrando lo importante que es tener este tipo de centros. Para Cruz Blanca esto es una joya.
¿Disponen de medios humanos y materiales para poder dar esta atención?
Aquí sí. Se ha volcado mucha gente para que esto salga adelante. Hay personal sanitario que pone el gobierno de Aragón y muchos profesionales han trabajado aquí de forma voluntaria para que esté todo listo. Estamos recogiendo material como mascarillas o pantallas para protegernos. La gente está siendo muy solidaria con las donaciones de material, nos han dado tablets para que las personas estén en contacto con sus familiares, productos de higiene, etc. Está llegando solidaridad muy importante. Hay mucha luz.
Pero también hay sombras
Sí. Por ejemplo en Lares Madrid necesitábamos equipos de protección (EPI)y nos dijeron que fuéramos a IFEMA porque allí nos los tenían preparados. Cuando fuimos alguien ya se había llevado esos equipos de protección que eran para nuestra gente. No sabemos quién. Luego está la venta de productos en el mercado negro y la subida de precios que está habiendo. Y lo que está pasado con nuestros mayores, ese desprecio.
¿Cree que la sociedad está discriminando a las personas mayores?
La mayoría de nosotros vamos a ser mayores algún día. Cada uno que se lo plantee. Creo que se alimenta un relato que es mentira. El relato de que la infección de esta pandemia es por los mayores. Que son ellos los que se infectan y los que han infectado, y ni es una cosa ni la otra. Los mayores son los que reciben la enfermedad, no los que la trasmiten a los demás. Todo esto está asociado a un concepto de discriminación por la edad, edadismo. Tanto ha llegado el tema que se discrimina hasta en la vida. Si tienes 80 años dice una consejera que ya no entras en la UCI. Se habla de una crisis social, económica y sanitaria. Yo creo que es una crisis humanitaria. Porque ataca directamente a los valores de una civilización como la nuestra.
Nuestros valores están siendo cuestionados. El valor de la vida, por encima de cualquier otra circunstancia, es amenazado cuando es por la edad por lo que te van a discriminar. Ya lo sabíamos de forma informal, que estaba pasando en alguna comunidad autónoma: que con 65 o 70 años no entrabas en la UCI porque no había sitio. Si no hay sitio no hay para nadie, no en función de la edad. Se discrimina también en cuanto a las pruebas. El Gobierno dice que las pruebas son prioritarias, por ejemplo, para la gente en instituciones penitenciarias, pero no en residencias de mayores.
Continuamente vemos, y nos preocupa, como está siendo tratado el colectivo de personas mayores. Tendrían que tener la máxima protección por el Estado, creo que en este momento no está garantizada, por lo menos no la misma protección que tienen otros colectivos.
Han llegado a denunciar esta situación públicamente
Lo denunciamos en Madrid y Cataluña al principio. En los hospitales se prioriza la vida de los más jóvenes y no de la vida de los mayores. En la entrada o no en las UCI y en la elección de un respirador se tiene en cuenta la edad. He de recordar que el tener más años no significa que lo que me quede es menos importante que lo que he vivido. Los grandes científicos, los grandes premios Nobel, muchísimos de ellos pasaban de los 70 años, y han dado lo mejor entonces, no antes. Esa discriminación por la edad, el edadismo, siempre ha sido evidente en nuestra sociedad, y ahora es descarado. Eso no puede ser. A eso se une la criminalización de la situación y que se señale a las residencias como el problema.
El problema no son las residencias. Éstas atienden a la parte más frágil de la sociedad a la cual está atacando el virus, pero no les convierte, en absoluto, en culpables de nada. Son las víctimas del sistema. Se nos llena la boca al decir que nuestro sistema sanitario es de los mejores que ha existido, pero evidentemente para la pandemia es un fracaso. Por decretazo el Gobierno dice que los centros residenciales, que eran casas para mayores, se deben convertir en centros sanitarios. Son residencias, son domicilios, no son centros sanitarizados.
Esa obligatoriedad que ha marcado el gobierno marca un antes y un después en la atención a las personas. ¿Dónde está el humanismo, dónde están los valores de atención centrada en la persona? Ahora se convierte todo en la salud como el elemento transformador del sistema. Verdaderamente es un cambio del modelo del paradigma social en relación a sus mayores.
¿Se trata a los médicos como héroes y a quienes gestionan las residencias como villanos?
Ya antes de la crisis, desde Lares y desde Cruz Blanca, manifestábamos que en nuestra sociedad hay un hilo conductor de cohesión que es el cuidado. Si en alguna ocasión alguna sociedad se junta es para defenderse y cuidar a los débiles. La relación del cuidado es el objetivo prioritario de toda civilización que se unió en su momento. Esto se ha ido transformado y quitándole valor. Tanto que el cuidado no vale para nada.
En esta sociedad se valora al que cura y no al que cuida. Y en ese modelo en el que todo hemos sido cuidados y todos cuidamos en algún momento, con diferentes intenciones, y morimos siendo cuidados, no hay un reconocimiento social. Por eso creemos que el reconocimiento del sector debe ser amplio, fuerte y en todos los contextos. En el sentido laboral, emocional por parte de la ciudadanía de quién es el que cuida a las personas más débiles de nuestra sociedad. Es la esencia de nuestra civilización, que yo creo que está amenazada en ese sentido, de no darle valor al cuidado.
Sobre culpar a las residencias de las infecciones, recuerdo que la mayoría de las infecciones y los focos más importantes de infección comunitaria han sido en los hospitales. Se han infectado todos de arriba abajo. Llama mucho la atención que el colectivo de profesionales sanitarios de nuestro país es el más perjudicado, afectado, de toda la Unión Europea. También habría que mirar que muchísimas residencias se han infectado a la vuelta de un paciente del hospital.
¿Están preparadas las residencias para esto que se les ha venido encima?
Por ley en las residencias en las comunidades autónomas se nos prohíbe acoger a personas infecto contagiosas. Hasta ahora he trabajado en un centro de personas con SIDA. Un infectado de SIDA puede llevar una vida relativamente normal, pero en nuestros centros acogemos a todos los enfermos de SIDA, sean mayores o no. En las residencias no se podía. Ahora, debido al coronavirus y por decretazo, nos obligan a atender a las personas mayores enfermas en nuestros espacios residenciales. Eso va en contra de la propia esencia de lo que es una residencia, que es un hogar para las personas mayores. Nos echan en cara que no tenemos medios. Claro, cómo vamos a prever algo que no es nuestra función, ni el Estado nos lo da.
Para qué queremos este modelo que llamamos de protección si es de desprotección. Los errores que se están cometiendo en esta pandemia son enormes. En las residencias es donde hay más seguridad ha habido que en cualquier otro sitio. ¿Dónde se limpia con lejía, los pies, las manos, se cambian de ropa, desinfectantes, hidrogeles? Sí se hace en las residencias desde un montón de tiempo. Es cierto que tenemos fallecidos, pero es porque ahí están los más vulnerables, los más frágiles.
¿Las personas mayores están sintiendo que hay discriminación?
No, por lo menos en nuestros centros no me han dicho algo en ese sentido. Las personas mayores están teniendo un comportamiento ejemplar. Lo peor que están pasando es la soledad, porque han tenido que cortar contactos, no tienen visita de la familia. Y para las familias está siendo muy duro por ejemplo el perderlos sin poder despedirse, sin cogerles de la mano. Y el resignarse porque no es que estén muriendo, sino que les obligan a que le dé por muerto antes. Las personas mayores están acostumbradas a medidas excepcionales. Han vivido la guerra, han pasado sufrimientos, falta de comida…
A las personas mayores se les ha aplicado la mayor de las medidas de esta pandemia: el aislamiento durante semanas en sus habitaciones. Algunos llevan más de 15 días, aislados, en soledad. Sé que muchos han muerto por el COVID-19, pero otros muchos han muerto por soledad.
¿Qué pasaría si esta pandemia en vez de cebarse con nuestros mayores lo hiciera con los niños y niñas? ¿Qué seríamos capaces de hacer? Seguramente sería totalmente diferente. Si de todo esto no aprendemos algo…
Estamos pasando por lo que nunca deberíamos pasar, porque ¿Dónde quedan los valores humanos? Se ha convertido todo en clave de miedo, en angustia, en el sálvese quien pueda.
Porque hablamos de dejar una sociedad mejor para la infancia pero la sociedad también debe ser mejor para los que viven en ella ahora.
Eso es, se habla de dejar un mundo mejor a los hijos, pero si esto es lo que les estamos enseñando mal vamos. Lo que está pasando con las personas mayores es eficiencia-coste. Cuando en una UVI se decide que no entran los mayores es porque se juzga que se va a entubar a una persona con 40 años porque le queda más vida. Pero a lo mejor esa persona es una asesina. Por llevar un caso al extremo. Y a quien has dejado fuera por ser mayor puede ser un científico que está estudiando la vacuna del Covid. ¿Quiénes somos para juzgar quién vale y quién no vale? ¿Cómo podemos juzgar una vida por la edad? ¿Cómo podemos hablar de igualdad cuando se decide que no viva una mujer por ser vieja? No tiene ningún sentido. Y ¿A quién le damos ese poder?
En cuanto al trabajo que realiza Lares en las residencias, ¿Cómo están solventando las necesidades?
Falta mucho material, sobre todo de protección. En las residencias apenas hay medios. Antes un equipo de protección ante un contagio era de un solo uso, usar y tirar. Luego empezamos a tener que usar una EPI al día. Hasta hace unos diez días teníamos la misma mascarilla y bata durante tres días. Y ahora tenemos el mismo equipo una semana o diez días. Lavamos con lejía las batas de usar y tirar. Y no nos quejamos porque al menos tenemos EPIs.
Yo recibo peticiones de las necesidades de las residencias en todo el territorio. Tenemos unos mil centros en toda España y atendemos a unas 55.000 personas mayores. En Madrid, por ejemplo, ha habido hasta falta de fármacos como paracetamol. El fabricante es indio y al ser de fuera de las fronteras las cosas empiezan a escasear. Hemos tenido algunos problemas también con las bolsas estanco para los fallecidos, porque no llegaban las especiales para personas infectadas. Ahora parece que estamos mejor, pero no sé cómo vamos a estar mañana.
También está el tema de los test. Ahora están llegando, pero tienen un margen de error del 40%. Y si no se hace la prueba de diagnóstico PCR (siglas en inglés de “Reacción en Cadena de la Polimersa”) el test no vale nada. Se le hace el test a un trabajador, da positivo y se le manda a casa, pero por los errores, no se sabe si lo tiene o no.
¿Tienen necesidad de profesionales en las residencias?
Antes de que todo esto ocurriera trabajaban en nuestras residencias unas 35.000 personas. En algunos centros hemos tenido hasta a un 20% de la plantilla de baja, y la media es del 7%. Puede parecer poco, pero es que hay centros donde la mitad de la plantilla está de baja. Por el contrario, tenemos centros en el ámbito rural donde no hay nadie de baja y no ha afectado tanto la enfermedad. El problema es que tenemos gente de baja por haber dado positivo en Covid-19, baja preventiva por haber estado en contacto con alguien, bajas por gente que ha tenido miedo y luego las bajas normales que hay en cualquier momento.
Tenemos anuncios en varias plataformas para buscar gente, pero hay que tener en cuenta que el perfil de persona que trabaja en residencia es muy local, nadie se va a trasladar de una comunidad a otra para esto. Además, hubo deslealtad por la administración cuando se llevó a los profesionales sanitarios, auxiliares de clínicas y todo el personal a los hospitales pagándoles igual que a un funcionario. Cuando no han sido capaces de pagar en las plazas concertadas que tenemos el salario que por justicia que se merece ese personal. Hemos solicitado a las comunidades autónomas que no hagan esas prácticas de deslealtad.
¿Cuentan con la colaboración del voluntariado?
Tenemos mucha gente que colabora. Por ejemplo tenemos personas usuarias que viven solas y están aisladas porque están contagiadas y no pueden ir a la compra o a bajar al perro o a sacar la basura, y el voluntariado está trabajando intensamente en todas las ciudades de España a través de entidades sociales y los ayuntamientos. En el centro para personas con coronavirus de Teruel toda la puesta en marcha a nivel de suministros, reparaciones, equipación u organización lo han hecho todo de forma voluntaria personas que han venido desde otros centros. Hay que tener en cuenta que los voluntarios también son profesionales.
He notado una diferencia muy grande, por ejemplo, hay sitios donde la gente salía corriendo por miedo y sin embargo en este centro mucha gente que trabaja en otros sitios solicita voluntariamente venir aquí, a pesar de saber que es de gente contagiada. Eso es un mensaje de esperanza.
El voluntariado debe decir algo con fuerza: el voluntariado también es profesionalización. Yo soy voluntario, a mí no me paga nadie por lo que hago. Es verdad que estoy en una congregación, pero mi trabajo es voluntario. No hay un reconocimiento como se debería. [bctt tweet=”Echo en falta esa visión de que ser voluntario es ayudar hoy más que nunca. El voluntario no sale corriendo, vamos donde está el problema para ayudar, es vocación.” username=”pvoluntariado”]A mí me emociona que haya profesionales que han dejado a sus familias para estar en centros atendiendo a gente y están viviendo solos para no contagiarles.
Además la acción voluntaria será de gran ayuda también con esas otras personas que no están en residencias, que están digamos fuera del sistema, personas con adicciones, sin recursos…
Esa atención está siendo muy complicada. Lo primero que hizo el Gobierno es cerrar los dispositivos que teníamos para esa ayuda. Por ejemplo, en Huesca se cerraron albergues y tras hablar con las autoridades, a través del Ayuntamiento se habilitaron polideportivos. No lo entiendo muy bien, porque ya teníamos unos recursos.
Pero claro, ya es complicado el control en un centro especializado, ahora más, porque se trata de personas que están en la calle, con unos determinados hábitos, no habituados a la convivencia. Además algunas de esas personas empiezan a tener síntomas. Cuando esto pasa el centro se repliega y se tiene que convertir en espacio para atender personas enfermas. Nos cerraron los centros de día donde trabajamos con personas con adicciones, con discapacidad, etc.
Y se cierran los espacios pero los problemas siguen. Hay personas que están en consumo activo y que están en la calle buscando droga. Necesitan atención y no podemos atenderles porque hemos tenido que cerrar nuestros recursos. Es verdad que estamos haciendo atención online, llamadas, etc. Pero es insuficiente. Y no todas las entidades estamos trabajando igual, y no a todas se nos reconoce.
¿Y eso?
A las personas, a las entidades, al tercer sector se nos tiene que reconocer en momentos de crisis, no cuando todo va bien. Ahí es donde se ve que somos realmente un elemento de cambio y transformación en la sociedad, y que merece la pena trabajar por nuestras entidades. Estamos en un momento crucial para mostrarnos como personas.
Destaco por ejemplo a toda esa gente que quiere estar en este momento porque quieren colaborar en algo tan importante. Y así como las entidades nos estamos enfrentando a esta pandemia, así deberíamos ser tratadas en la próxima década. Cuando nos pregunten que dónde estábamos mientras morían las personas mayores. Por ejemplo, cuando pregunten que dónde estaba el voluntariado. Porque les guste o no a las administraciones, ante esta situación el voluntariado donde tiene que estar es donde se le necesita. Y eso mismo pasará con los gobiernos. Haremos una reflexión, porque este sistema se está mostrando ineficaz.
¿Tienes miedo a contagiarte?
Sinceramente no. Tomo todas las precauciones del mundo y no tiene ningún mérito decir que no tengo miedo, porque además creo que ya lo he pasado. Cuando empezó todo esto vi a un colectivo concreto del centro, para el que esto era todo nuevo, que tenía mucho miedo. Y vi a otro colectivo que llevaban años trabajando en esto, personas que coordinan, coordinadores de enfermería y médicos y les veo con mucha seguridad. Pronto aprendes a hacer técnicas de protección y no te preocupa la infección.
No hay que tener miedo, no por ser imprudente, sino porque el miedo no colabora. No nos ayuda en este momento. Nos ayuda transmitir serenidad y tranquilidad a las personas las que atendemos, a toda la sociedad en general. Yo no me he puesto a pensar lo que me supone venir al centro a trabajar con personas infectadas. He asumido que este año voy a vivir muy poco fuera de este centro.