Vivir con una enferma de alzheimer

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Desde la Comunidad Valenciana nos hacen llegar este escrito que redactó Marta para entregarlo en el colegio cuando le encargaron unos deberes de redacción.

Mis amigas no paraban de repetirme “Marta estas borde, harta, estás inaguantable” ” Marta, Marta, Marta, Marta para todo”. Pues ya ves, lo que ellas no saben es que hace tan solo unos días una noticia cambio mi vida.

La verdad es que no sabía muy bien lo que significaba alzheimer, pero sí, eso es lo que tenía mi abuela.

Foto de Mr TGT en Flickr

Mi madre me explicó, que el alzhéimer es una enfermedad dura y preocupante. Aunque también me dijo que entre toda la familia se conseguiría afrontar tan maldita enfermedad.

Desde pequeña he estado muy unida a ella. Cuántas tardes pasábamos riéndonos, como dos niñas, y jugando a las muñecas.

Mis padres me dijeron que asistiríamos a unas terapias para los familiares de las personas enfermas de Alzheimer. Aunque yo tengo claro que nada cambiaría mi opinión, y lo único que pensaba era que ella moriría. Al principio me resistía, no quería ver nada positivo, estaba empeñada en que esto no era nada bueno.

Jordi, así se llama quien cambio mi forma de pensar. Él me hizo entender muchas cosas, principalmente a disfrutar de mí abuela el tiempo que le quedaba.

Aunque sus etapas son muy duras para mí, como aquel día en que no me conocía y cuando hablaba con ella me contestaba otra cosa. O cuando se escapó y todos estuvimos como locos buscándola.

Jordi estuvo ahí y me explicó que, por ejemplo, una persona con cáncer se daba cuenta de todo, y mientras se va deteriorando poco a poco, lo padece ella misma. En cambio, una de las cosas buenas, es que ella no es consciente de nada, que no se da cuenta cuando dice algo o, cuando se escapa. Al volver se reía con nosotros, sin ser consciente del peligro que había podido correr. Si la reñías por que había hecho mal a los cinco minutos no se acordaba, era una enfermedad en la que la sufrimos más los familiares.

Una de mis satisfacciones mas grandes fue el saber que hasta última hora ella percibió mi cariño. Mis amigas no me comprendían, y no veían porque me afectaba todo tanto porque me pasaba tardes llorando, porque pasaba tantos días con ella; ellas pensaban que para estar mi abuela así, mejor seña que se muriera.

Entonces valoré el que hubieran personas como Jordi, y me di cuenta de que tantas peleas, y cabreos por no querer ir a las terapias, y cuanto bien me hicieron aquellas charlas, y aquel compartir con otras familias que también tenían el mismo problema.

Curiosamente la última fase en la que mi abuela ya estaba todo el tiempo en cama y más deteriorada físicamente, fue la etapa más tranquila, porque yo la disfrutaba y ella ya no tenía peligro de caer o de perderse…

A mí me encantaba cuando la levantábamos para navidad, nos reuníamos todos, y cantábamos y disfrutábamos todos juntos. Aunque fueran unos minutos, sé que ella también disfrutaba. Puede parecer una tontería, quizás como decían mis amigas, pero me encantaba leerle cuentos, hacerle dibujos, ponerme en su cama, hablar, ducharla, darle la comida, la cena, o incluso cambiarle el pañal. Aunque no me contestara, sé que con mil gestos, me lo decía todo.

Aprendí a vivir y a disfrutar con ella. Pero pase muchas temporadas malas, en las cuales ella padecía una gripe y parecía que iba a ahogarse, o cuando le salieron llagas, y yo veía que ella sufría.

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