Entrevista a Félix Castro, voluntario con migrantes

“Convivir con la migración me ha hecho conocer el mundo”

Félix Castro ha dedicado media vida al voluntariado. Cuando le concedieron la prejubilación decidió que iba a ocupar su tiempo en practicar la solidaridad.

 En Entrevistas, PVE
Por Talía Estévez

Desde aquel momento, Félix ha sido voluntario en distintos ámbitos. De la cooperación internacional, al medioambiente, pasando por la acción social. Este último ámbito es el que más le ha marcado. También otro hecho: durante 10 años ha vivido en un Centro de Refugiados de ACCEM. Fuera de su particular retiro, de vuelta a casa, sigue siendo fiel a su cita con el voluntariado. 

Félix cambió su Pontevedra natal por un pueblo de Guadalajara, Sigüenza. Allí comenzó un voluntariado con personas refugiadas. Y aunque el plan inicial era quedarse un año únicamente, año tras año, fue renovando su compromiso con la entidad hasta cumplir una década viviendo en las instalaciones del centro. Sus principales tareas: dar clases de español y hacer de ángel de la guarda de las personas que allí vivían. “Era pluri, valía para todo: siempre que lo necesitaban yo estaba para echar una mano”. Ahora que ha dejado las instalaciones y vive en su casa, continúa con la labor voluntaria como profesor. Por sus clases de apoyo, lectura y escritura pasan personas de multitud de nacionalidades pero con un único objetivo: conseguir el asilo político en España.

El Centro de Refugiados de ACCEM Sigüenza tiene 90 plazas que se dividen entre dos proyectos. Uno para personas que están en proceso de concesión de asilo y otro para quienes están en una situación más compleja y no tienen opciones legales al asilo que apenas tienen posibilidad de quedarse durante una semana. Las 90 personas que conforman esta comunidad reciben los servicios y consejos de un equipo de jurídico, psicológico y de trabajo social.

“El objetivo del centro es que consigan un trabajo y una vida digna en España” comenta Félix. Para ello a cada una de las personas que pasan por allí se les ofrece dinero en efectivo para darles más libertad y una tarjeta de trabajo temporal. “El problema es que sin el idioma no se puede desarrollar una vida profesional, es por ello que diariamente reciben tres clases de castellano. A mí me encantan las horas de conversación. Les ayudamos con conversaciones tipo, que les ayuden a hacer su vida en España: comprar, ir al médico, buscar piso…”.

“Durante mis diez años en ACCEM, a pesar de que yo tenía y tengo una vida al margen del voluntariado, me amoldaba totalmente a la rutina del centro” cuenta con nostalgia Félix. “Ahora que soy independiente sigo yendo a diario y sigo totalmente involucrado con la rutina”. Una rutina que no deja de ser dura por mucho que convivas con ella durante años. “Anualmente pasan en torno a 700 personas por el centro. Es complicado no encariñarse con ellos y no derrumbarse pensando en su vulnerabilidad”. Este fue uno de los primeros consejos que recibió al entrar “Búscate las herramientas necesarias para ser capaz de enfrentarte a estas historias tan duras de rechazo continúo”. No es nada fácil, pero parece que tras una década “aprendes a verlo”.

Al preguntarle por la situación de la migración en estos momentos echa la mirada atrás “está claro que ha cambiado, pero la dureza es la misma: mafias, días y noches en mitad del mar, sin agua ni comida… Por no hablar de las mujeres, que son infinitamente más vulnerables que son violadas, ultrajadas y cuando no, captadas por proxenetas para prostituirse en Europa. Es una situación terrible”.

En todo este tiempo han pasado miles de personas por su vida, pero hay alguien de quien tiene un recuerdo especial, “era de Gambia, llegó a España con el objetivo de volver a su tierra y lo consiguió. Durante 9 años estuvo en Europa ahorrando para comprarse dos coches, cuando lo consiguió volvió y montó su empresas de taxis”. Hay quienes no tienen tanta suerte, “al llegar a Europa el bajón es tremendo, no se encuentran con lo que esperaban”.

Y como no es lo que esperaban, luchan diariamente por combatir el frío, la soledad, la pobreza y el rechazo de una sociedad privilegiada. “Las ONG son demasiado burocráticas, tendría que haber más contacto humano”, así concluye Félix pidiendo humanidad, incluso a quienes más la tienen.

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